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Aquel no fue un beso corto.

Fue un beso prolongado y apasionado, que ambos estaban disfrutando tanto que inconscientemente habían cerrado los ojos para sentir su intensidad. Ninguno deseaba romper el contacto.

Gustabo aprovechó el brazo que aún tenía sobre los hombros del comandante para alzar su mano y pasar sus dedos por el cabello oscuro. Mientras el moreno mantuvo la mano que agarraba la cintura de Gustabo y aprovechó para acercarlo más a él y estrecharlo contra su cuerpo.

Freddy deseó que el tiempo se detuviera, pero el lejano sonido del tictac del reloj indicaba que este continuaba su curso.

Finalmente, separaron sus labios para tomar aire. Sus rostros cercanos, con el de Freddy a mayor altura, hacían que sus alientos agitados se mezclaran.

—Te quiero, Gustabiño —confesó Freddy, dejándose llevar por el ambiente.

Aquellas palabras acariciaron la piel del rubio, que mantenía los ojos cerrados y sintió el corazón desbocado.

—«Por fin, ya era hora» —dijo la voz de Pogo.

Gustabo abrió los ojos repentinamente.

—«¿Pogo?»

—«¿Quién si no?»

Recuperar a Pogo fue como completar una parte de sí mismo que había perdido. Además, su regreso significaba que la maldición se había roto.

De alguna forma, sentía que todo había acabado en su lugar. La maldición había terminado, había recuperado a Pogo, había perdonado y después besado a Freddy y sus sentimientos eran correspondidos. Gustabo no podría desear nada más.

Después de tanto tiempo, al fin se sintió completo y libre. Todo el miedo que había sentido hasta entonces desapareció y fue capaz de confesar lo que había en su corazón.

—Y yo a ti te amo, Freddy —dijo Gustabo.

Esta vez fue Freddy, pleno de emoción por aquel momento tan ansiado, el que acortó la escasa distancia que quedaba entre los dos para iniciar otro beso. Al fin y al cabo, ¿por qué dejarlo ahí?

Gustabo alzó el rostro esperando sentir de nuevo sus labios. Sin embargo, todo el cansancio acumulado sumado a la tensión liberada, dejaron al comandante completamente vacío de energía. Así que en lugar de un beso, Gustabo recibió todo el peso de su cuerpo repentinamente, pues Freddy se desmayó sobre él.

El rubio evitó la caída por poco y logró aguantar en pie con el comandante entre sus brazos.

La cabeza de Freddy quedó apoyada sobre el hombro de Gustabo, que lo mantenía abrazado para sostenerlo. La respiración calmada del comandante dormido llegaba hasta el cuello del rubio y le hacía cosquillas.

Gustabo sonrió feliz.

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Aquella noche, Freddy soñó con el azul profundo del cielo que se reflejaba en los ojos de Gustabo; con una pared en la que bailaban las sombras de un amor; con una sonrisa y con un beso.

Cuando despertó al día siguiente, la luz del día entraba por la ventana abierta, acompañada de una fresca brisa que acariciaba su rostro. Antes de abrir los ojos, por un breve instante, imaginó que aquellas caricias eran el tacto de Gustabo. Sin embargo, una vez logró apartar por completo el sueño de su mente, se encontró solo en una de las lujosas habitaciones del palacio.

Aún sentía el cuerpo pesado, producto del cansancio acumulado en los últimos días y sus recuerdos se mezclaron con los sueños hasta el punto en el que no estaba seguro de lo que había pasado en realidad.

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora