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Después del emotivo reencuentro entre Gustabo y Freddy, tuvieron que informar de la gran noticia a Isidoro y Filadelfo. 

Cuando lo vieron, cada uno de los caballeros reaccionó a su manera. Filadelfo pensó que se trataba de un fantasma y se asustó tanto que empujó a Freddy y se escondió. Mientras que, por otro lado, Isidoro casi sufre de un ataque al corazón de pura euforia. Se abalanzó sobre el comandante y lo derribó de un placaje, lo abrazó y empezó a llorar emocionado. Isidoro decidió en ese momento que Freddy era el elegido de dios por haber resucitado de entre los muertos y le dio su bendición mentalmente para estar con su ángel Gustabo.

Las heridas de Freddy se resintieron después de la bofetada y diversos puñetazos de parte de Gustabo, el empujó de Filadelfo y el placaje de Isidoro. Así que decidió que ya había tenido suficientes reencuentros. 

Un sanador trató al comandante lo mejor que pudo. Sin embargo, solo Castro y su magia de luz podrían haber reparado rápida e indoloramente una costilla rota, un hueso fragmentado en el brazo, un hombro dislocado y los numerosos cortes y magulladuras que tenía por todo el cuerpo. Sin ella, el comandante tuvo que aguantarse con el hombro recolocado y vendas por todas partes, además de un montón de instrucciones sobre el reposo que debía seguir. 

Después de un merecido baño, una ansiada cena estaba preparada para todos ellos y Freddy conoció a los reyes Horacio y Volkov y contó a sus amigos cómo había sobrevivido a la caída, aunque se reservó lo que había visto del encapuchado en el bosque para él. 

Mientras escuchaba el relato de Freddy, Gustabo se sumió en sus pensamientos. Aunque se sentía mucho mejor ahora que el comandante había regresado, no podía evitar sentir que algo había cambiado en él. Todas las experiencias que había vivido en las últimas horas habían hecho que el príncipe se diera cuenta de algo tan simple y al mismo tiempo importante como que tenía muchas dudas sobre sí mismo. 

En parte no podía evitar sentirse mal consigo mismo. El amor de su vida había vuelto de la muerte y él, aunque de forma mucho más atenuada, continuaba percibiendo aquel nudo en la garganta, como si algo no estuviera bien en su interior.

—«Quizá hay algo mal conmigo» —pensó Gustabo. 

El final de la cena despertó a Gustabo de su estado de confusión interna. 

Cuando se despidieron para dirigirse a sus respectivas habitaciones, Freddy pensó en que quizá tendría suerte y le habrían asignado una estancia cercana a la de Gustabo, pues quería hablar con él en privado. Así que trató de averiguarlo manteniendo el secreto de su relación y fingiendo que no eran más que amigos. 

—Bueno, Gustabiño, supongo que nos veremos por la mañana —comentó arqueando las cejas y tratando de enviarle una señal. 

—¿Qué dices? ¿Es que no vas a dormir conmigo? —respondió Gustabo tranquilamente. 

Freddy entró en pánico, lo miró con los ojos muy abiertos y empezó a balbucear. El comandante no esperaba aquella respuesta, pero tras pensarlo se dio cuenta de que el rubio debía estar de broma y él había caído de lleno. 

—Muy gracioso —dijo Freddy soltando una risa irónica. 

Gustabo negó con la cabeza. 

La verdad era que el príncipe estaba cansado de ocultar su relación y había decidido que no quería esperar más a que el emperador aceptara a Freddy. De hecho, nunca le había importado la opinión de Conway, solo había tratado de darle tiempo. Sin embargo, los últimos acontecimientos le habían llevado a ser más impaciente.  

—No, Freddy —dijo Gustabo, acercándose al comandante—. No es ninguna broma. 

Freddy observó su expresión y comprendió que el príncipe había tomado aquella decisión realmente. El comandante no pudo evitar que se le escapara una amplia sonrisa. No podía estar más feliz por la noticia. 

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora