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Gustabo apagó todas las velas de su mesa y se mantuvo oculto tras la pared de plantas sin moverse. La tenue luz que aún permanecía en el ambiente se colaba por los pequeños huecos que quedaban a través de las hojas, desde dónde podía ver a Freddy alejándose por la sala en dirección a la entrada del establecimiento.

Observó cómo otras dos personas hacían lo mismo y se marchaban con el comandante. Entonces todo quedó en silencio y la enorme sala del restaurante completamente vacía.

Desde allí, Gustabo analizó sus posibles movimientos. Había una entrada hacia la recepción y sabía que desde allí podría acceder a las escaleras que ascendían al segundo piso, así como al sótano al que iba Freddy. Aunque aún estaba tentado de ir al casino, primero debía investigar la planta superior donde esperaba encontrar al hombre que estaban buscando o algo relacionado con el negocio ilegal de los Gambino.

Sin embargo, el mínimo sonido que hacía se extendía por todo el establecimiento como un eco que resonaba por todas partes. Así que Gustabo se mentalizó y repasó sus movimientos antes de actuar.

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Freddy entró junto a un par de clientes más por la puerta camuflada en la pared que había justo tras la mesa de recepción, tal y como le habían indicado los Gambino. Al otro lado, le esperaban unas escaleras que descendían hacia la oscuridad.

Dejó pasar a los otros delante y él mismo se adentró tras ellos. Lo hizo pasar por un gesto educado y caballeroso, pero estaba lejos de serlo. El comandante sabía que en la casa del enemigo había que tomar precauciones y siempre era mejor dejar que un desconocido enfrentase un lugar inexplorado antes que él. Solo por si acaso había algún peligro.

Una vez terminaron de bajar se encontraron en lo que parecía otro establecimiento tan grande como el restaurante y lleno de gente por todas partes. En apariencia era una especie de taberna de lujo, con mesas aquí y allá donde distintos personajes, desde nobles o enmascarados hasta el más infame rufián jugaban a las cartas. Grandes lámparas de araña colgaban de los altos techos e iluminaban el lugar. Prácticamente se podía oler todo lo ilegal que se movía allí. En los rincones había personas tiradas sobre alfombras experimentando delirios causados por algún tipo de sustancia. También se veía gente bailando en el centro descaradamente, donde una pequeña orquesta animaba el ambiente; mujeres y hombres paseándose entre la multitud e insinuándose a aquellos que parecían tener más que gastar; prestamistas, hechiceros, asesinos y mercenarios. Freddy sentía que había entrado en una pesadilla o en algún tipo de alucinación colectiva.

Y a pesar de todo, de alguna forma incomprensible, la apariencia continuaba siendo elegante. Ruletas, juegos de azar y apuestas congregaban diversas multitudes creando cierto orden dentro del caos.

Por un momento, Freddy se desorientó. No sabía hacia dónde mirar, ni en qué fijarse exactamente. Finalmente, decidió darse una vuelta por el local, tratando de estudiar todo con detalle y poco a poco comenzó a observar a cada persona, cada rostro, la disposición de cada mueble y cada producto. Su mente procesaba con velocidad, comprobando cualquier salida disponible.

—¿Qué te parece, conde? ¿Te gusta? —dijo una voz familiar.

Carlo Gambino le miraba con curiosidad. Su hermano estaba a su lado y parecía algo distraído revisando con los ojos el entorno. José Heredia los seguía detrás, como un guardián protegiendo un tesoro.

—Sí, la verdad es que ha sido inesperado encontrar un sitio como este —respondió Freddy.

—¿Dónde está el rubio? —preguntó Toni Gambino, aun buscando a Gustabo con la mirada.

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora