Castro, Holliday e Isidoro estaban agotados.
Si no tenían suficiente con la carga emocional que estaban conllevando sus intentos por conservar el cuerpo de Gustabo en buen estado y retrasar el funeral, el comienzo del velatorio había sido toda una odisea para ellos.
La sanadora fue capaz de convencer al emperador de que se insatalase una capilla donde velar el cuerpo durante varios días para que toda la nobleza presentase sus respetos y el pueblo pudiera honrarle con un tiempo de luto digno de una figura tan importante como la del príncipe heredero.
Así, habían conseguido darle a Gustabo y a Pogo varios días más de tiempo.
Los tres hacían turnos para comprobar y cambiar el hielo que habían introducido en el ataúd, donde Gustabo permanecía encerrado. También se habían asegurado de que el interior conservaba el frío que milagrosamente estaban logrando mantener.
La capilla era muy grande, estaba situada en una iglesia cercana al palacio y tenía el esplendor que se podía esperar de un templo sagrado construido por y para los miembros de las clases más altas.
Las altas bóvedas se extendían hacia el cielo dejando en el interior un hermoso decorado de estrellas. Las paredes estaban cubiertas por numerosas vidrieras de colores que dejaban pasar la luz tiñéndolas de verdes, azules, rojos y dorados y creando un armonioso ambiente que transmitía paz. En ellas se contaba la historia de cómo el poder del cielo había derrotado a los demonios y eliminado la brujería del mundo, protegiendo así a la naturaleza.
El ataúd donde yacía el cuerpo sin vida de Gustabo había sido expuesto frente al altar. A su alrededor había velas y flores y tras él, en el extremo de la capilla, un retablo decorado con motivos que representaban el Cielo, la Tierra y el Infierno, junto a los más destacados brujos, brujas, hechiceros, magas, santos y santas.
En el centro, siguiendo un orden desde abajo hacia arriba se encontraban talladas unas figuras que personificaban al Rey Demonio con una corona de fuego, a la hermosa Dama de la Naturaleza, con una diadema de flores y lo que pretendía ser algún Dios Supremo del Cielo, con una corona de estrellas.
Al anochecer, cuando las puertas de la capilla se cerraron, todo permaneció en sombras e Isidoro se acercó al ataúd para comprobar cómo se encontraba su amigo. En realidad, el caballero no se había separado de Gustabo ni un instante y permanecía a su lado todo el día, vigilando que estuviese a salvo.
Isidoro tragó saliva antes de abrir la tapa que cubría el ataúd, que consistía en una caja de buena y resistente madera pulida y barnizada. El frío salió al exterior desde dentro y le produjo un fuerte escalofrío.
Gustabo había sido ataviado con unas vestimentas dignas de un emperador, tal y como le correspondía a un príncipe. Su cabello rubio había sido peinado cuidadosamente y, aunque su ropa estaba ricamente decorada, apenas podía verse, pues se hallaba oculta por una hermosa capa, regalo de los reyes del Reino de las Montañas. Una espada con la empuñadura tallada con el emblema del águila descansaba entre sus manos y una corona dorada brillaba sobre su cabeza.
En realidad, Castro había utilizado la capa para ocultar en ella los trozos de hielo que mantenían el interior del ataúd a una temperatura mínima. Isidoro puso más hielo en ella y notó que la prenda estaba húmeda.
Tal y como la sanadora le había indicado, comprobó el pulso de Gustabo. Su piel estaba congelada y su corazón continuaba sin dar signos de vida.
Isidoro inspiró hondo y contempló el rostro del príncipe una vez más.
—Confío en ti, Gustabo —susurró—. Aunque tenga que sacarte de tu tumba, yo te esperaré toda la vida si es necesario.
Después, Isidoro besó la frente de su amigo y notó sus labios fríos al tacto.

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Freddytabo - El Hijo del Emperador
FanfictionJack Conway es un emperador al que todo el mundo respeta. En su pasado sufrió una gran tragedia y solo el conde Freddy Trucazo, el comandante del ejército imperial, sabe cuánto llegó a afectarle realmente. Un día, en un ataque contra los monstruos...