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Gustabo no entendía nada.

Freddy se había quedado en un completo silencio, con la expresión de quién acaba de resolver un complejo problema y algo de repente hubiese cobrado un sentido inesperado. Mientras que Conway, después de haberse comportado de una forma tan extraña, simplemente se había quedado paralizado, sumido completamente en sus pensamientos.

Castro también estaba confundida por la reacción y actitud de los otros dos.

—«Cualquiera diría que han visto un fantasma» —pensó Gustabo. 

La entrada del subcomandante alivió un poco aquel estado de confusión. Noah apareció buscando a su esposa y encontró una escena de lo más inusual.

Tanto Gustabo como Castro optaron por ignorar a Freddy y a Conway por el momento y aprovecharon la llegada de Holliday para conversar entre ellos. Le explicaron lo sucedido de forma resumida y la sanadora volvió a adoptar aquella actitud maternal con Gustabo inconscientemente. Por supuesto, Noah también se contagió de paternidad al ver a Gustabo con aquel aspecto.

El matrimonio estaba tan emocionado con el rubio que en cualquier momento lo llevarían a jugar con otros niños a los jardines del palacio si nadie lo impedía.

—Dime de una vez cómo puedo volver a la normalidad —dijo Gustabo cuando logró calmar el entusiasmo de la pareja.

—Lo siento, Gustabo, aún no lo sé —admitió Castro—. Es un hechizo muy poderoso, pero todas las maldiciones tienen sus propias normas.

—Genial —respondió el rubio con ironía—. Entonces, estoy condenado. Maravilloso.

—No te preocupes, por muy poderosa que sea, siempre hay una forma de romper una maldición, solo tendremos que averiguar cómo —añadió la sanadora tratando de animarle.

Gustabo suspiró.

—Y si no conseguimos romper tu maldición nosotros te adoptamos encantados —dijo Noah medio en broma, sin poder disimular su ilusión.

De alguna forma, aquel comentario sacó a Conway de su ensimismamiento y se levantó de golpe.

—Aquí nadie va a adoptar a nadie —dijo con voz seria—. Castro, tengo que hablar contigo, quiero que hagas unas comprobaciones.

Dicho esto, el emperador salió de la habitación para dirigirse a la oficina de la sanadora. No sin antes lanzar a Holliday una mirada fulminante.

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Noah se llevó a Gustabo para ponerle algo de ropa a su nueva medida. A pesar de que el rubio le había dicho que no era necesario, pues pensaba volver a la normalidad pronto, el subcomandante insistió.

Así que Freddy se quedó en otro lugar del palacio a solas, tratando de ordenar sus pensamientos.

Era la misma estancia en la que hacía tan solo unos meses el emperador le mandó aquella misión del bosque. El tiempo había pasado muy rápido y todo parecía diferente de aquel día. ¿Quién le hubiera dicho en aquel entonces, mientras escuchaba a Conway allí mismo sentado en la misma posición con las piernas cruzadas, que en aquel bosque encontraría al niño que había estado buscando durante tanto tiempo?

Freddy siempre había sentido un gran peso por aquel fracaso. A pesar de que le prometió a Conway que continuaría buscando a su hijo, en el fondo se había rendido.

Un niño con el que tuvo poco contacto a una edad temprana y cuyo rostro apenas había podido recordar simplemente había desaparecido sin dejar rastro. Había sido como si se hubiera desvanecido en el aire y no había ni una sola pista con la que poder buscar.

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora