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A pesar de que Gustabo había dicho que no confiaba en las personas rápidamente, en realidad era mentira. Sabía que no debía hacerlo, pero en cuanto una persona le resultaba divertida o le trataba bien le tomaba cariño. Freddy no sería la excepción y Gustabo prefería despedirse de él antes de que eso sucediera. 

No era como si hubiese hecho nada en concreto, simplemente había empezado a disfrutar un poco su compañía, aunque probablemente esa sensación se debía al tiempo que había pasado en soledad. Freddy, al margen de Pogo, había sido la primera persona con la que Gustabo había hablado en los últimos tres años, desde que Horacio se había ido. Eso y el hecho de que estaba manteniendo su promesa fueron suficientes para que comenzara a relajarse un poco a su lado. Apenas iban a pasar unas horas juntos así que sería mejor aprovechar para hablar con alguien antes de volver a estar solo él con su mente.

Después de la comida, habían estado hablando de los siguientes pasos que tomarían. Gustabo acompañaría a Caín a la salida del bosque y una vez allí se despedirían y cada cual tomaría su propio camino. El trayecto les tomaría un par de horas, pero les daría tiempo a llegar antes del anochecer si se ponían en marcha rápido. A pesar de que al fin tenía a alguien más con quien hablar, prefería no correr riesgos.

—Oye, pituco, ¿dónde está mi ropa? —preguntó Freddy, que quería cubrirse antes de salir al frío exterior.

—Ah, sí, cierto, la quemé —contestó Gustabo como quien habla de lo que comió el día anterior.

Freddy miró al rubio incrédulo. No podía ser cierto, ¿verdad?

—¿Puedes repetir eso? Me ha parecido oír que has quemado mi ropa.

—Pues eso —repitió Gustabo con naturalidad—, que la quemé.

—¡¿QUÉ?! ¿Se puede saber por qué has hecho eso, neno?

—Vamos, hombre, no seas llorón. Si estaba asquerosa, ¿qué querías que hiciera entonces?

—Pues no sé, ¿lavarla, por ejemplo? —respondió Freddy mirándole como si fuera estúpido.

—¡Sí, hombre! Voy yo a lavar eso.

—ESO era mi ropa y era de buena calid... —empezó a decir el comandante.

—Lo que tú quieras —le interrumpió Gustabo, que había dejado de escucharlo completamente—. Mira en el armario que hay frente a la cama y ponte lo que pilles de ahí.

En cuanto Freddy se dio la vuelta, Gustabo se acercó de espaldas a una estantería de pie que había cerca de la puerta de entrada. Debajo sobresalía un poco una maleta de viaje. Estaba preparada para salir en cuanto se despidiera de aquel hombre. En ella había guardado las valiosas prendas de "Caín" para llevarlas en su siguiente intento de mudanza. Disimuladamente pateó la maleta para que quedase más escondida.

Freddy abrió las puertas del armario. En su interior apenas había un par de telas raídas que debían ser camisas. De pie, apoyada en el fondo del mueble estaba su espada. La agarró de inmediato, sintiéndose más seguro con ella. Después cogió la ropa y la observó con ojo crítico. Aquellas prendas estaban destrozadas, pero no por el tiempo, de hecho no parecían muy viejas, estaban llenas de marcas de garras y dientes. Freddy alzó una ceja y dirigió una mirada disimulada hacia donde estaba Gustabo, quien parecía encontrar muy interesante una mota de polvo flotando que se percibía a través de la ventana.

Entonces se dio cuenta, ¿cómo no lo había notado antes? Solo había dos prendas en el armario, las estanterías estaban vacías y el polvo se estaba acumulando, pero no lo limpiaba. Gustabo se iba a marchar de allí. Eso explicaba por qué no le importaba ayudarle a salir del bosque, no le preocupaba que volviera, por supuesto, porque incluso si lo hiciera él no estaría allí. Y aquellas prendas destrozadas no debían ser suyas. Probablemente eran de alguien más que había entrado en el bosque, dos personas, las camisas eran similares, sin duda habrían muerto a causa de los monstruos...

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora