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Tres días atrás, los caballeros que habían acompañado al comandante habían tenido que cumplir las órdenes de este y abandonar la lucha contra los monstruos.

Por un lado, aunque ya había pasado un buen rato desde que habían perdido de vista a Freddy, Isidoro no podía dejar de volver la cabeza de vez en cuando mientras huía junto a Phoenix Decker y Leonardo León. 

—¿En serio tenemos que dejar a Freddy solo, tete? —dijo lanzando miradas nerviosas en la dirección de la que venían.

—Son sus órdenes —respondió Phoenix sencillamente. 

—No te preocupes, Isidoro —añadió Leonardo—, el comandante es muy fuerte, no le van a vencer fácilmente. 

—Sí, pero... —Isidoro quería continuar la discusión, no podía dejar de sentirse mal por marcharse sin él. 

—No sigas, Navarro —le dijo Phoenix con un tono más autoritario—. Se ha quedado para darnos la oportunidad de escapar. Céntrate porque nosotros aún no estamos seguros tampoco. 

Como si lo hubiera invocado con sus palabras, un monstruo apareció justo ante ellos, dispuesto a devorarlos a todos. Phoenix con un movimiento perezoso, agarró su arma y en un par de estocadas acabó con él con la imperturbable calma que le caracterizaba. 

—Oye —dijo después con tranquilidad, mientras limpiaba la sangre de su espada—. ¿Habéis comprobado si estamos yendo hacia el sur?

Leonardo e Isidoro negaron con la cabeza al mismo tiempo. 

Mientras tanto, en otra parte del bosque, Lexie y Filadelfo se movían sigilosamente, utilizando la vegetación para esconderse de las bestias que merodeaban por ahí. Lexie iba en cabeza, indicando a Filadelfo por dónde debían continuar, ya que tenía mejor sentido de la orientación que él. En un momento de descanso, la pelirroja expresó sus pensamientos a su compañero en susurros:

—¿Es normal que haya tantos monstruos? 

—No lo sé, pero es la primera vez que veo tantos —respondió Filadelfo en voz baja—. A lo mejor es porque es un bosque en el que no hay personas, ¿sabes?

Lexie asintió poco convencida, pero no dejó de darle vueltas al asunto. Había oído hablar sobre las incursiones de los caballeros contra los monstruos. Era algo relativamente habitual, sucedía en ciertas zonas del Imperio en las que vivía menos gente. Cada cierto tiempo había avisos de que estas criaturas se estaban acumulando en esos lugares y se enviaban incursiones para hacer limpieza y que no se extendieran. Como norma general, estas cazas de monstruos se llevaban a cabo en el transcurso de una semana o dos a lo mucho y con un equipo de unos veinte caballeros o incluso menos. Nunca había complicaciones. De hecho, era muy difícil que llegara a haber bajas por algo así. Sin embargo, lo que ella estaba viendo en ese momento distaba mucho de todo lo que conocía del tema. La cantidad de monstruos era muy superior a lo que debía ser, para derrotarlos sin problemas deberían haber ido más de cincuenta caballeros (e incluso así se quedarían cortos). Además, le daba la sensación de que no dejaban de aparecer, como si cuando derrotaban a uno se generaran tres más. Aquella lucha no tenía fin. 

Filadelfo, por su parte, había asistido en alguna ocasión a alguna cacería de monstruos. Había visto con sus propios ojos cómo se llevaba a cabo la limpieza, el comportamiento de las bestias y la velocidad de los caballeros para acabar con ellos. No quería preocupar a Lexie, pero tenía clara una cosa: ahí estaba sucediendo algo extraño. Los monstruos no estaban atacando como siempre lo hacían, tratando simplemente de marcar su territorio. No. Aquellas criaturas estaban atacando como si fueran un ejército, se movían coordinados y los estaban buscando a ellos, rastreándolos en grupo.

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora