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Freddy no había sido capaz de concentrarse en las cartas y perdió irremediablemente. Aún estaba procesando la nueva información y planteando respuestas a todas las preguntas que aparecían en su mente.

Tendría que hablar con Conway de todo aquello, pero le parecía una conversación muy difícil.

Sabía que el encapuchado era quien controlaba a los monstruos, ¿estaría él con Conway? Y si el emperador era el causante de aquella guerra en el Reino de las Montañas, ¿qué buscaba con eso además de la muerte de tantas personas? Y la peor parte era que no le había dicho nada de sus planes. ¿Acaso no confiaba en él? De alguna forma, con todo lo que habían pasado juntos y todo lo que Freddy había hecho por él, esa desconfianza hería sus sentimientos.

Así que esta vez fue Toni el ganador de la apuesta. Sin embargo, antes de que pudiese utilizar su premio y hacer cualquier pregunta o petición, José Heredia apareció arrastrando a Gustabo, que mantenía una expresión frustrada en el rostro.

Heredia le había registrado su ropa, por eso le había quitado la chaqueta, dejando a Gustabo en camisa, y le había confiscado las dagas. Además le había tenido que atar las manos a la espalda con una cuerda de forma apresurada antes de hacerle entrar en la sala VIP, pues se había cansado de los intentos del rubio de convencerle para apostar en la ruleta.  

Gustabo iba murmurando maldiciones y se calló cuando vio la sorpresa reflejada en la cara de los presentes. Entonces, saludó despreocupadamente con un gesto de la cabeza, tratando de parecer confiado.

—Te había echado de menos, pero has llegado en el mejor momento —dijo Toni alegremente.

Freddy miró a Gustabo y luego a Toni y una mueca de inquietud le cruzó el semblante, pero supo disimularla rápidamente. Aquello era justo lo que había tratado de evitar.

José dejó la chaqueta de Gustabo sobre el armario de las bebidas, lo suficientemente alto para que no alcanzase a recuperarla. Mientras tanto, el Gambino observó un momento a Gustabo con cierta curiosidad. El rubio aún llevaba su cabello peinado de forma similar a él y la similitud entre ambos se percibía aún más. Después, con ayuda de Carlo y Hai, le contó brevemente en qué consistía el juego y el contrato mágico implicado. 

—Una pena que no estés jugando —comentó Toni antes de volver a dirigirse a Freddy—. Vamos, comandante, cuéntanos algún secreto tuyo, seguro que tienes muchos. 

El hecho de que el enemigo hubiera atrapado a Gustabo no era bueno, sin duda, pero al mismo tiempo verlo en aquella situación ayudó a que Freddy espabilara. Dejó de pensar en cosas que no tenían solución en ese momento y volvió sus sentidos a la realidad del presente.

Gustabo acabó atrapado entre Heredia con las dagas del rubio en la mano y el hechicero de fuego. Si intentaba escapar sería peligroso. Por su parte, Freddy estaba atrapado por un juego de cartas y si intentaba escapar no sabía lo que podría suceder, pues no sabía cuál era su mayor miedo, ni tampoco quería descubrirlo.

De nuevo, percibió la angustiante presión del poder de las cartas, pero con su mente ahora despejada de dudas gracias a la aparición de Gustabo volvió a sentirse confiado. 

—Como quieras, neno —dijo Freddy mirando a todos los Gambino al tiempo que apoyaba los codos sobre la mesa y entrelazaba sus dedos—. Mi padre era el conde Trucazo y era un auténtico hijo de puta. Él mató a mi madre después de hacerla sufrir mucho tiempo y nos maltrató a mi hermano y a mí durante muchos años. 

Gustabo, que permanecía en silencio, escuchaba atentamente cada palabra del comandante. 

—Por esa razón —continuó Freddy— tuve que matarle, ¿oíste? Y disfruté cada puto segundo de su muerte. 

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora