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Gustabo había pasado la tarde en la mansión Trucazo preparándose para la cena.

Le había impresionado el lugar, los decorados, los muebles, incluso los suelos. Todo tenía aquel aire de antiguo lujo, que le indicaba que el condado obtenía muchas ganancias y había pertenecido a aquella familia durante muchas generaciones. Incluso Pogo parecía entusiasmado de esta allí.

Freddy le presentó a su hermano, José María Trucazo. Gustabo los observó a los dos determinando sus semejanzas. Se parecían en el físico, pero no tanto como en la forma de hablar y en aquel brillo de inteligencia que tenían en los ojos. De inmediato se llevaron bien y bromearon un poco burlándose de Freddy. El comandante, como de costumbre, acabó uniéndose a las propias bromas sobre sí mismo.

También conoció a Rogelio, el mayordomo. Fue una increíble coincidencia encontrarlo allí, puesto que era primo de Segismundo, un buen amigo de Gustabo al que conoció hacía mucho tiempo. Segismundo había alojado a Gustabo y a Horacio en su granja durante varios meses, dándoles un hogar temporal y una amistad para siempre.

Rogelio ayudó al rubio a prepararse para la cena e hizo que vistiera de forma elegante con algunas prendas del conde. El resultado fue inmejorable. Gustabo tenía un rostro hermoso y buen porte. Esto sumado a un traje que se ajustaba a la perfección a su figura, le hacía parecer alguien de la realeza. Por supuesto, Freddy no se quedaba atrás. Con una belleza menos delicada que la de Gustabo, sus facciones resaltaban por su marcada mandíbula y los músculos tonificados que se insinuaban bajo la camisa.

Cuando estuvo listo, Freddy bajó las escaleras hacia el vestíbulo para reunirse con Gustabo. Mientras descendía por los peldaños, iba poniéndose un largo abrigo negro que ondeaba a su espalda con cada paso. En cualquier otro momento, quizá Gustabo se habría quedado admirándolo, pero en ese instante, el rubio lo esperaba contemplándose en un espejo que había junto a la puerta. Le resultaba sorprendente lo bien que le quedaban aquellas prendas de noble. Ni siquiera cuando Freddy apareció a su lado, apartó la vista de su reflejo.

—Estoy guapísimo, ¿sí o no? —le dijo al comandante.

—No está mal, pero aún te falta estilo —contestó el moreno, que había empezado a observarse a sí mismo en el espejo también.

—¿Qué dices? Si este chalequito me queda de muerte.

Gustabo posó ante el espejo y asintió satisfecho de lo que veía.

—Di lo que quieras, neno, pero hoy gano yo. Me veo espectacular.

Con este comentario de Freddy comenzó una discusión interminable sobre quién de los dos estaba más guapo y aun debatiendo partieron de la mansión montados en un carruaje que llevaba plasmado el escudo del condado Trucazo, al estilo de la nobleza.

Por el camino repasaron el plan, que era aparentemente sencillo: cenar con la reserva que les habían cedido Lexie y Jacob e investigar el lugar y a los propietarios sin levantar sospechas. Debían confirmar los rumores sobre las apuestas que se llevaban a cabo allí y lograr una invitación para adentrarse en ese otro lado del restaurante, que debía ser una fachada para algún tipo de casino clandestino. Lo más probable era que en la parte ilegal estuviera la persona que estaban buscando.

Habían tenido mucha suerte con la reserva. El restaurante era muy famoso entre nobles y personas adineradas. De hecho, Lexie habría tenido que ahorrar años para poder permitirse una cena en aquel lugar, pero Jacob Smith pertenecía a una buena familia de comerciantes acaudalados, que tenían suficiente dinero y contactos como para saltarse parte de la lista de reservas y poder cenar en el aclamado establecimiento mucho antes que cualquier otro.

Era un lugar lujoso y exclusivo y, por esa razón, Freddy le había explicado a Gustabo que debían asistir como nobles y no como caballeros, pues solo así podrían acceder a todos los rincones y hablar con asistentes y trabajadores con buenos resultados.

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora