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Ni Gordon ni nadie en su sano juicio esperaría encontrar a aquella extraña mujer en mitad de una batalla y menos aún entre la marea oscura del bando de los demonios.

¿Quién era aquella señora? ¿Qué demonios hacía allí? ¿De dónde había salido? ¿Cómo había llegado hasta ahí sin morir en el intento? Todas esas preguntas desaparecieron en el instante en el que Gordon notó los labios de la bruja sobre los suyos. Entonces su mente solo gritó: ¿POR QUÉ ME ESTÁ BESANDO?

Gordon se apartó rápidamente con expresión asqueada, pero ya era tarde, pues ya estaba maldito.

Si ya se había quedado perplejo cuando había visto a Gustabo, su corazón se saltó un latido cuando alzó el rostro y se encontró directamente con el emperador, impidiéndole el paso.

El príncipe ya casi le había alcanzado, así que el marqués ignoró a Conway debido a la urgencia y trató de desviarse hacia un lado para continuar su huida.

Ni siquiera logró dar un paso.

La emperatriz Julia lo observaba fijamente desde esa dirección. Su cabello rubio se encontraba despeinado y manchado de sangre y el rostro espectral mantenía una expresión serena y triste. Gordon comenzó a respirar con dificultad y se dio la vuelta para tratar de escapar de aquella pesadilla por el único lugar que quedaba.

Esta vez fue su padre el que lo miró con aquellos ojos llenos de ambición. El marqués se quedó paralizado.

Las sombras de los caballeros Leopoldo y Alberto aparecieron junto a los demás. Incluso la imagen del comandante Freddy Trucazo se hizo presente, con aquel aspecto lleno de furia con el que lo había visto justo antes de empujarlo por un acantilado en el Reino del Norte.

Gustabo llegó hasta él y James Gordon se encontró rodeado por sus propios fantasmas.

Cada segundo que pasaba aparecían nuevas personas procedentes de distintos lugares. Personas a las que había visto morir o había intentado asesinar de alguna forma porque se interponían en sus planes. Todas aquellos que murieron en las guerras que él mismo había provocado. Gente de la que se había aprovechado en algún momento y otros a los que había traicionado de alguna forma. Promesas incumplidas y ambiciones desmesuradas.

Paralizado y aterrado, el marqués buscó a la bruja con los ojos desorbitados. Su cuerpo no podía dejar de temblar.

—Tú... ¿qué...? ¿Qué me has hecho? —dijo tartamudeando.

Teresa contemplaba con interés lo que le sucedía al marqués.

Su magia afectaba a cada persona de forma diferente dependiendo de los sentimientos que albergaba en su corazón.

James Gordon había perseguido sus ambiciones desde que era un niño y había utilizado a los demás para ello. Había asesinado y traicionado a personas que confiaban en él, incluso aquel al que amaba y a quien había apuñalado para conseguir el máximo poder.

Su corazón estaba manchado por la culpabilidad y esa era su maldición.

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Gustabo contemplaba la inusual escena que se estaba desarrollando ante él.

En cuanto vio cómo Teresa Fidalgo besaba al marqués sospechó que algo ocurriría. Mientras observaba cómo Gordon cerraba los ojos y se tapaba los oídos con manos temblorosas se preguntó qué estaría viendo para reaccionar así.

Incluso Pogo sintió que su sed de sangre disminuía considerablemente. ¿Para qué matar a aquel que estaba siendo torturado de aquella forma? Aquello era mucho más divertido.

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora