Capítulo 6

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Observé detenidamente la puerta, pensando en cómo sacar a esa niña de ahí. Ella es mi pase de salida y no lo voy a perder por un berrinche.

Si White no me quita los ojos de encima por un segundo, no voy a poder escapar de él.

Respiré hasta el fondo, me enderecé y llamé una segunda vez.

Abrió, exactamente igual que antes. Al verme, puso los ojos en blanco e intentó cerrarme en la cara, a lo que le detuve la puerta.

—Tu padre quiere que bajes a cenar —dije.

Se cruzó de brazos, mirándome.

—No tengo hambre —respondió.

—Yo no te pregunté nada —repuse amablemente.

Su expresión endureció más.

Miró al pasillo por un instante y volvió a mí.

—No voy a bajar.

Me incliné un poco hacia ella.

—Eso tampoco fue pregunta —indiqué en voz baja. Lo que le provoqué fue odio estricto.

—Hazte a un lado —ordenó.

Le cedí el paso y salió, directo a las escaleras y luego al comedor, con su padre.

Yo venía detrás de ella.

White sonrió para sí cuando me vio.

De pie a un lado de su padre, Aurora se cruzó de brazos, con la mirada en el piso, muy a pesar de que Klaus la rodeó con un brazo.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó y la niña solo asintió.

—Aurora —White se dirigió a ella—, ¿estás bien con que Andrea se quede como tu guardaespaldas personal?

La niña, cuyo único movimiento era el de la respiración, levantó un tanto la cabeza, para mirarme, después desvió la vista hacia un pasillo.

Miré a White, así como este a mí.

—Tienes el empleo —Klaus respondió por los dos, mirándome.

—La dejo en sus manos entonces —expresó White.

El sujeto agradeció la atención y el tiempo de todos, luego salí con él, solo para acompañarlo.

—¿Y si me despiden? —pregunté de pie, antes de que entrara a su auto.

—Tu celda es solo para ti —respondió y subió.

Se fue.

Lo que dice es que mis opciones son esta casa o la celda en California. Me niego a siquiera pisar una prisión.

Mientras Klaus y Aurora cenaban, la mujer de antes, que se presentó como Marisol, me mostró la casa, cada maldita habitación, me repitió los horarios de Aurora, así como sus actividades y las mías, acordes a las suyas.

—La señorita no sale mucho —habló al entrar a la cocina—, así que el trabajo es realmente simple —dijo segura.

Conecté la tostadora cuando me dio la espalda.

Le dimos la vuelta a la mesa, hacia la puerta trasera.

—Solo la utilizan los trabajadores, siempre debe estar cerrado —indicó a la llave colgada en el muro.

Asentí y miré hacia el resto de la cocina.

—¿Eso debería estar conectado? —señalé la tostadora.

—No —fue a desconectarla y, con su atención lejos de mí, tomé un cuchillo de la base y lo guardé en mi espalda.

Me llevó al edificio detrás de la casa, donde están las habitaciones del servicio, cada una bien prevista.

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora