Capítulo 12

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No había dado ni diez pasos dentro y una niña muy pequeña llegó corriendo hacia ella, a quien Aurora cargó en brazos.

—Si te sientes incómoda, puedes esperar afuera —me dijo la mujer.

—Estoy bien.

Si bien me quedé, fui a sentarme en la orilla, cerca de la puerta y lejos de los niños.

El cáncer me da igual, son los críos lo que yo no sé tratar.

Me crucé de brazos, subí una pierna sobre la otra y observé a Aurora, todavía cargando a la niña.

Se acercó a una de las camillas y algo le dijo al niño que estaba a media quimioterapia. Cuando él le respondió, ella sonrió.

No la había visto sonreír. No sabía que podía.

Volteé a mi derecha, abajo, en el momento en que sentí que tocaron mi rodilla. Es un niño.

—No molestes a la señorita —una enfermera vino por él y lo tomó de la mano, para llevárselo posterior a sonreírme.

White me dijo que la familia Becker, como muchas otras, hacen donativos a fundaciones, pero está convencido de que es para evadir impuestos, ninguno pensó que ella estuviera comprometida con esto.

Volví a buscarla y ahora estaba dejándose hacer una trenza en el cabello, por uno de los niños.

Es difícil creer que esa sea la misma que me cierra la puerta en la cara y a duras penas me responde un saludo.

Esta Aurora es más amable.

Dos horas más tarde, en las que no supe exactamente a qué había ido o a qué habíamos venido, nos retiramos del lugar.

Apenas cruzamos las puertas hacia la salida, su actitud volvió a ser la misma. Ni cuando llegamos me dijo nada, solo bajó y entró a su casa.

Y, por supuesto, Marisol me preguntó a dónde la había llevado y por qué volvimos tan tarde.

No es como que me puedan cuestionar porque yo únicamente hago lo que ella me dice. Si quieren respuestas, que le pregunten a la niña, no a mí.

—Hace mucho que no iba —Marisol hizo referencia a la fundación, al servirme la comida.

—No tanto —repuso Mauricio—. La llevé hace dos semanas.

—Por eso —insistió al tomar asiento para comer también ella—. Antes iba dos veces a la semana, cuando dejó de ir, nunca supe por qué —hizo una pausa y se dirigió a mí—. Lo único que se nos ocurrió es que fue por el aniversario luctuoso de la señora. Se pone muy esquiva por esas fechas —me explicó, como si yo le hubiera preguntado algo.

La madre de Aurora falleció por problemas en el corazón, no es tan evidente que lo último que ha de querer es ir a un lugar donde abunde el cáncer, digo, eso es otra cosa.

En cambio, si es por el aniversario, eso sí tiene sentido.

—La señora falleció de un paro cardíaco —me dijo Eugenio al pensar que estaba liada porque me quedé mirando a la nada.

—No sabía —mentí. Se supone que hay muchas cosas que no sé sobre ella.

—No le preguntes por su mamá, no le gusta hablar de eso —indicó Marisol.

No pensaba hacerlo.

Paloma volvió con una charola vacía.

—¿Comió? —preguntó Marisol, cubriéndose la boca, puesto que tiene el bocado.

—Todito —respondió la otra.

Creo que se refieren a Aurora. Ya entendí que, cuando llevan su comida en charola es porque va a comer en su habitación y usualmente la charola regresa intacta.

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora