Capítulo 69

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Por la mañana, cuando todavía no veía a ninguno de los empleados y ni si quiera había desayunado, White y Montemayor vinieron, básicamente para saber cuántos se habían ido o si me habían corrido de la casa, por ende, a Caleb.

Y mientras esperábamos en la biblioteca a Klaus, a quien Marisol convenció de darse un baño por segundo día consecutivo, les dije casi todo lo que hablé con Caleb desde que llegó y por qué sigue aquí.

—En resumen, se irá solamente contigo —expresó Montemayor.

—Eso dijo —me recargué en el brazo de un sofá.

—Pues tal vez deberías irte —farfulló Samantha.

—¿Qué pasa con ese carácter? —le preguntó White—. No es la Samantha que nosotros conocemos.

—Yo no conozco a otra —dije para mí.

—A mí no me van a ver la cara —se molestó—, sé perfectamente que todos ustedes están apoyando a esta mujer como si no fuera parte de Avang —apuntó a mí.

—No, a mí no me metas —repuse—, ellos están haciendo su trabajo.

—Pero yo sí tengo claras mis prioridades...

—Y ellos tienen claras las prioridades de todos —interrumpí—. Lo que deberías hacer es ponerte a trabajar con tu equipo y no inventarte una guerra donde nada más tú estás metida.

Molesta, se retiró de la biblioteca.

Suspiré porque se suponía que Klaus quería hablar con las dos y no voy a ir a buscarla ni disculparme para que vuelva aquí.

—... Gracias —murmuró Montemayor, hacia mí.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué? —pregunté con desdén.

—Por defendernos —explicó.

—Yo no...

—Se dice "De nada" —interfirió White.

Me tomé mi tiempo porque en realidad no quería decirlo.

—De nada —dije.

Cuando llegó Klaus, ni siquiera preguntó por Samantha y le vino bien que no estuviera, pues únicamente quiso tener presentes a los que genuinamente estuvieran interesados en Aurora y lo demostraran quedándose.

A cada uno le dieron la oportunidad de retirarse a tiempo, advirtiéndoles que lo peor todavía no había pasado.

Y ninguno dudó en quedarse.

Ni siquiera Cruz, Paloma o Gabriela necesitaron más tiempo para pensarlo.

Y no es que estando aquí vayan a tener que cargar un arma desde ahora, pero a todos les explicaron que el hecho de trabajar en esta casa ya los ponía en el radar de Avang, como el escudo que tiene que hacer a un lado para llegar a Aurora.

Acompañé a White y Montemayor a la reja principal y, antes de volver, sentí a Marisol cuando salió de la casa.

—Andrea... —se interrumpió—, perdón, ¿Val?

—Puedes seguir llamándome Andrea —señalé—. ¿Qué necesitas?

—Bueno..., con todo lo que nos dijeron, no hablamos sobre Aurora y que no sabe nada todavía.

—Klaus tiene que decirle una parte y yo otra, lo que me involucra a mí.

—¿Piensas decirle todo? —preguntó—; de dónde vienes, quién eres.

—Tengo que hacerlo —respondí, a lo que asintió—, pero quiero que se entere por mí.

—Tampoco podemos mentirle...

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora