El domingo, durante el desayuno, estaba tomando un café en perfecto silencio, mientras que el resto no se movía.
Ric, José Luis, Mauricio y Eugenio están sentados a la mesa, sin mover un músculo; Gabriela intenta cocinar sin hacer sonar la sartén; Marisol está sirviendo en dos platos, pausadamente; y Paloma está en la puerta, escuchando lo que hablan Klaus y Aurora en el comedor.
En dado momento, la chica dio un brinco en su sitio y se alejó de la puerta.
—Le dijo que sí —expresó emocionada, reacción que solamente compartía con Marisol.
El resto se vio decepcionado. Yo no hice nada.
De lo que allá afuera hablaban era de Bastian, su propuesta a Aurora y el que ella le dijo que sí.
—Más vale que no dure —Mauricio aventó algo a su plato.
—Son niños, su eternidad es como de dos días —dijo Eugenio.
—Las veces que llegue a venir, no quiero que le pongan esas caras al muchacho —nos advirtió Ric a Mauricio, Eugenio y a mí.
—Es un niño muy educado.
—Y además el señor lo aprobó —José Luis completó a Marisol.
—¿Van a ir al gimnasio? —le pregunté a Mauricio, interrumpiendo la conversación.
—Sí —contestó.
—¿Puedo ir con ustedes?
—Los acompaño —se incluyó Ric.
—Ah... Yo quería ir —murmuró José Luis.
—Me dijeron que eres buena —Ric se dirigió a mí.
¿Buena? Soy excelente.
—Quiero ver —insistió José Luis.
—No nos podemos ir todos —aclaró el otro—, así que, vamos a hacer algo: le voy a preguntar al señor si podemos utilizar el patio trasero y practican ahí.
Todos estuvieron de acuerdo, menos yo. Lo que quería era salir de aquí.
Una hora más tarde, con el permiso y el desayuno digerido, me fui a cambiar.
En el patio, mientras entre Eugenio y Cruz movían lo que estuviera en el camino, Mauricio me dio un par de vendas.
Llevaba una camiseta y esta vez sí traía sostén deportivo, pero José Luis estaba mirando lo que mi camiseta y el cabello trenzado dejaban ver.
—¿Te molesto? —me exasperé.
—Perdón —se disculpó al meter las manos a sus bolsillos y mirarme a donde estaban mis ojos—, es que no sé por qué creí que estarías llena de tatuajes y cicatrices.
Nunca dejé que nadie me tocara como para causarme una cicatriz y, en cuanto a tatuajes, nunca hubo alguno que me llamara la atención, además, yo los tenía prohibidos para poder donarle sangre a Avang cuando lo necesitara.
Los otros tres guardaespaldas también se habían cambiado, porque ellos son mi entrenamiento. Por otro lado, el resto están curioseando.
Ric tiene verdaderos motivos para estar aquí; me está supervisando.
Mauricio fue el primero y lo que hizo fue lo mismo, intentar atacarme. Esta vez no está buscando dónde está mi concentración, sino hacerme perderla.
Tengo una atención más que perfecta.
Mi fuerza y la suya es la misma, e igual no hacía uso de ello, sino que me valía del equilibrio que pierde apenas ve que su acto no funciona. Cargarlo solo me iba a agotar inútilmente, así que prefería hacerlo caer.
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Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©
Mistério / Suspense⛓️ Val se convierte en la guardaespaldas de Aurora, el nuevo blanco de Avang Dhu, la organización que tiene como objetivo asesinar a cualquiera cuya fortuna le venga bien y la misma para la que trabaja Val. Advertencia de contenido sensible ⚠