Capítulo 17

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Por la mañana, pregunté si no me iban a necesitar y Marisol dijo que no, entonces salí sin el uniforme. No es como que pudiera llevarme el auto de Aurora, así que tuve que tomar un taxi y caminar otro poco más.

White me esperaba afuera del estacionamiento, supongo que considerando que llegaría a pie.

—¿Esto va a tardar mucho? —pregunté al acercarme.

—¿Qué?, ¿no me extrañaste? —dramatizó—. Hace una semana que no te veía. ¿Qué noticias me tienes? —cantó.

La última vez que lo vi fue el martes.

—Ninguna —dije.

Con un gesto me dijo que lo siguiera, al ascensor.

—¿Siguen molestando a tu princesa? —preguntó al presionar el piso 7 en el elevador, una vez adentro.

—Creo que no —divagué.

—¿No le preguntaste?

—No me deja hacerle preguntas.

Se echó a reír.

—Te dije que la trataras bonito —comenzamos a subir—. Estuve investigando sobre su familia, para saber dónde tiene Klaus cada peso, y casi todo lo maneja ella, lo invierte en fundaciones, como la Fundación Allan, y regresa triplicado.

—¿Eso a mí por qué me importa? —pregunté.

—Déjame terminar —contestó—. Todas las fundaciones a las que la familia Becker dona, tienen reconocimiento mundial, o sea, que no son lavado de dinero. Lo eran, pero dejaron de serlo desde que Aurora empezó a involucrarse.

—Insisto, ¿eso a mí...?

—Déjame terminar —se frustró, luego suspiró tranquilo—. Sería una pena perder a un alma tan generosa. Este mundo necesita tantas como sea posible.

Ladeé la cabeza, cruzada de brazos.

—¿Ves que sí te importa? —se burló cuando me quedé callada.

—¿Por qué me dijiste que tenía 17?

Frunció el ceño.

—¿Yo cuándo te dije eso?

—La carpeta que me diste.

Alzó la cabeza.

—Tenía 17 en ese entonces, además, ¿qué diferencia hay en que tenga 17, 23 o 40?

Entonces él sabía exactamente su edad y no me lo dijo.

Volví a quedarme callada y esta vez ya no pregunté ni dije nada.

En el departamento, seguían los mismos, haciendo lo mismo.

—Hola —me saludó la inspectora Montemayor al pasar delante, con un café en las manos y directo a su escritorio.

Todos lucen cansados y un tanto estresados. Aunque debo decir que el recelo en sus caras hacia mí va disminuyendo poco a poco.

Volteé a ver a White, así como este a mí.

—No tenemos nada —explicó el hombre—. No encontramos al civil y no sabemos dónde está la escuadra. Les perdimos la pista hace dos días.

Por eso están así; llevan cuarenta y ocho horas tratando de encontrarlos.

—Cuando Avang los envía a campo —continuó la inspectora—, ¿les da una casa, un departamento o dónde vivir?

—Todo lo que nos da es un pasaporte, visa y quinientos dólares —respondí.

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora