Capítulo 36

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Fui a la cocina y pensaba volver a salir al ver a Marisol ahí sola, en cambio, me vio y yo vi que me vio, entonces no me pude ir.

—¿Comiste algo? —preguntó en tono de orden.

—No.

Mirándome, con una mano en la cadera, señaló a la mesa con un gesto.

—Te sirvo —otra vez, sonó más bien a una orden.

Tomé asiento en la mesa donde siempre y vi el diario que Ric leía hace unos días. Aquel donde está la nota de la familia Busch.

Ladeé la cabeza conforme lo leía y terminé por tomarlo para leer la nota completa.

Dice que las inversiones que tenían en diversas empresas, al darlas por perdidas, hicieron caer el capital de las mismas, por ende, a las empresas mismas.

Esto, para Avang, es un daño colateral.

Así es como hemos considerado a Marianela todo este tiempo: como un daño colateral del que nunca hablamos, aun si nunca acordamos no hacerlo.

Marisol sirvió dos platos y se sentó frente a mí.

Dejé el diario para tampoco ignorarla, porque ya me detesta lo suficiente.

No me voy a arriesgar a que su opinión sea suficientemente importante para Klaus como para despedirme si esta mujer lo considera conveniente.

—Cuando sales —habló—, ¿siempre ves al detective Blanco?, ¿nunca ves a tu familia?

—¿En serio quieres hablar de mi vida privada? —reparé, revolviendo la comida en el plato, con el tenedor y con la vista en ello.

—Bueno, estuve pensando en que no te conozco y, si te vas a quedar aquí, quiero saber un poco más de ti, así por lo menos no voy a asumir a la primera que tienes la culpa de todo lo que le pase a Aurora.

—Es por ella entonces —la miré—, no porque te interese mi vida.

Bajó los hombros.

—No es que no me intereses, pero Aurora es lo más importante para mí...

—Mauricio me dijo que básicamente la criaste tú.

Asintió.

—Es como mi hija, su madre era como mi hermana. Crecimos juntas y me trajo con ella cuando se casó con el señor Klaus.

—¿Te empacó y te trajo como parte de su guardarropa?

Se incomodó un tanto, algo que evadió bebiendo de su té.

—Así funcionaba antes, para familias como la de la señora, pero yo me habría quedado con ella aun si me lo hubieran preguntado.

Tengo en la punta de la lengua preguntarle lo que hará o será de su vida si algo le sucede a Aurora, en cambio, no puedo hacerlo, no sin darle un panorama explícito de por qué le planteo semejante escenario.

Por cualquiera sea el motivo personal, ninguno de los que aquí trabajan pueden concebir la idea de un futuro sin Aurora.

—Cuéntame algo sobre ti —sugirió.

—... ¿Como qué?

Se encogió de hombros.

—De tu familia, de tu infancia. Lo que quieras.

—... Mis padres trabajaban mucho y yo me quedaba encerrada en mi casa, casi todo el día, estudiaba en casa, había alguien que se hacía cargo de mí, pero solo se aseguraba de que estuviera bien y se iba. Era muy aburrido.

Todo eso fue mentira, me refiero a que no existen mis supuestos padres y tampoco una casa, era la fábrica lo único que conocía.

No es que mi infancia hubiera sido mala, lo tenía todo, al menos lo que me convencieron que necesitaba y nunca quise nada más.

—Tal vez es eso lo que Aurora ve en ti —masculló—, el parecido entre ambas.

—Aurora no sabe nada de mí —repuse. «No sabe ni mi nombre», pensé.

Si tanto le preocupa lo que ella siente por mí, en cuanto sepa lo mínimo sobre mi vida, lo va a olvidar.

No va a querer volver a verme.

—Creo que deberían conocerse más.

Me contrarié.

—Hasta ayer, estabas dispuesta a decirle a Klaus que me corriera.

—No espero que me entiendas, pero yo solo actué según como vi a Aurora. No soy su madre, pero es como si lo fuera y como cualquier madre quiero quitar de su camino cualquier cosa que le cause la más mínima molestia o tristeza.

La existencia de Marisol me da exactamente lo mismo, como la de todos aquí, en cambio, si lo que dijo significa que daría lo que fuera por Aurora, entonces a ella también la necesito con vida.

Poco menos de media hora más tarde, volví a mi cuarto y encendí la luz hasta que Elián se sentó en la cama, cerca de la cabecera, es decir, lejos del campo de visión de la ventana.

—Me aburro mucho —habló.

—No hay nada que puedas hacer aquí —me quité el saco.

Sé que puede salir y entrar sin que lo vea nadie, en cambio, no quiero que nadie sepa que está conmigo, me refiero a Avang, porque entonces va a enviar a Zayra o a Caleb.

—He estado pensando en que ya sé qué voy a hacer —musitó, mirando al techo.

—¿Hacer con qué?

—Con mi vida —respondió—. Quiero trabajar en un barco.

—¿Haciendo qué?

—Pesca.

Eso no suena nada interesante ni atractivo para mí, sin embargo, entiendo su punto, no es la pesca, sino que los puntos ciegos de Avang son los barcos.

Los tiene en el radar siempre que estén en su muelle, pero, una vez que embarcan, ya no le interesan, sin importar lo que sea, transporte, un crucero, o un simple barco de pesca.

Somos capaces de hacer lo que sea, Avang lo sabe y por eso nos hizo así; incapaces de tomar una sola decisión por nuestra cuenta.

Lo único que quiero es mi libertad, es lo que todos quieren.

Solo que yo no la quiero para ir a ningún lado.

Por la mañana, esperé hasta dejar de escuchar ruido en el pasillo y salí, dejando a Elián en el cuarto.

Aurora no bajó a desayunar, ni para nada. Según Marisol, solo no quiso salir de su habitación, pero se encontraba bien, entonces está evitándome.

Y a juzgar por lo que me dijo Marisol ayer por la noche, entiendo que Aurora no le dijo lo que le hice.

De cualquier manera, el bastón no se ha presentado aquí y eso igual está en segundo término.

Lo que tengo en la cabeza es que quiero ver a Aurora.

Sé que está ahí y sé que no quiere verme, pero no me interesa lo que está haciendo ni decirle nada, solo quiero verla.

Estaba en la sala, y solo vi pasar a Marisol cuando iba camino a la salida, lista para ir por las compras, junto con Mauricio.

Ric está en la cocina, con Gabriela y Paloma.

La verdad, no lo pensé porque no tenía nada que pensar, fui a la habitación de Aurora.



Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora