Capítulo 52

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Son cinco personas; tres mujeres y dos hombres. Uno de ellos tiene como subordinados al otro caballero y a una mujer, mientras que la chica de cabello corto no lleva ni vestimenta ni ningún indicio de ser parte de su equipo, parece una persona cualquiera.

Y la última mujer es quien está al mando. Fue ella la que se acercó a mí, aunque no era la única que me miraba con curiosidad.

Mirándome, ladeó la cabeza, acercándose más.

Expresó una sonrisa a medias.

Me está examinando como si fuera yo una curiosidad en una tienda de animales.

Fue cuando intentó tocarme que alejé la cabeza y eso la hizo sonreír más.

—Nunca había estado tan cerca de uno —expresó.

White me sujetó del brazo al darse cuenta de que ese comentario sí me había hecho enojar.

Halé de mi brazo para que me soltara.

—Tu nombre —me pidió la mujer, más bien me ordenó dárselo.

—Andrea —respondí.

Enserió más.

—El verdadero —repuso.

—Tú deberías saberlo.

Según la expresión en su cara, la estoy molestando.

—Mejora tu tono cuando te dirijas a mí.

—¿Por qué?, ¿yo a ti te debo algo? —enaltecí la cabeza.

Tensó la mandíbula.

—Más vale que tengas claro cuál es tu lugar y que, cuando yo quiera, te mando a pudrirte en una celda —dijo con claridad.

—¿Y por qué sigo aquí?

Si estoy aquí no es porque ellos quieran, es porque me necesitan y la razón de que sean White y Montemayor los únicos a los que tolero es porque ellos sí se han tomado la molestia de admitirlo.

—Quiero un informe completo de todo su trabajo hasta ayer —mandó la mujer al encaminar a un escritorio vacío.

Cuando miré a White, este me hizo una seña de que me relajara.

Yo no empecé.

Fue ella la que, apenas me vio, se dirigió a mí como si fuera un animal.

Durante poco más de una hora, estuvieron intercambiando datos sobre toda la investigación que llevan ellos, el equipo de aquí y White. Ninguno tiene más información que el otro.

Aunque todavía no sé exactamente qué tanto sabe White. Todavía hay cosas que no me dice y solo está emparejándose con lo que yo no le digo.

No sabe que Avang tiene nombres, datos personales, familiares y hasta de seguro médico e hipotecario de cada miembro de seguridad pública y privada.

Los tiene en la mira tanto como a cualquier objetivo.

A la una y tantas, empezaron a indicar que ya se iban. Por lo menos, no estarán aquí siempre, aunque dieron a entender que no habrá nada que no sepan.

—Vamos a enviar un equipo de rastreo para que busque a Lucy y a Fer —dijo el hombre a cargo de los dos oficiales.

Por lo que les dijeron, entendieron que no tienen la menor idea del paradero de la escuadra.

Nadie sabe qué sucedió con ellos.

—Tenemos que debatir algunas cosas —la mujer al mando, Fray, apellido que fue todo lo que escuché cuando se presentó, se puso de pie—. Por lo que podemos ver, no están consiguiendo nada más que tiempo y es lo que no tenemos. A partir de ahora, nosotros nos haremos cargo.

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora