Capítulo 28

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Iba bajando las escaleras y Marisol venía entrando, junto con Mauricio. La mujer, con la mirada severa y todo, me pasó de largo, para subir a la habitación de Aurora.

—¿Ric ya regresó? —me preguntó el sujeto.

—No lo he visto —respondí.

—¿Y Yuyin? —tomó asiento en el sofá.

—No quiere contagiarse.

—No tiene nada grave —aseguró—, estará bien mañana.

Cuando Mauricio encendió nuevamente el televisor, me retiré.

Salí al patio, por la puerta principal, para extender el camino hacia mi cuarto.

Lo que necesitaba era el aire.

Al acostarme en la cama, pensé mucho y consideré bastantes cosas, solo para tratar de llegar a algo y no, no lo conseguí.

Estaba pensando en Aurora enferma y la verdad es que me da lo mismo.

Nunca he experimentado preocupación por nada ni por nadie.

Miré hacia la puerta antes de que tocaran.

Me levanté, bajé de la cama y abrí. Tuve que levantarme porque no se supone que deba estar durmiendo.

Es Ric.

—¿Tienes un minuto? —preguntó—. Claro que tienes un minuto —respondió por mí y se dio el permiso de entrar.

Dejé la puerta abierta y me crucé de brazos, mirándolo.

Está aprovechando para inspeccionar, porque no es eso a lo que vino. Se detuvo a unos pasos del sanitario y volteó.

—Marisol me dijo algo... —comenzó. Es sobre Aurora—, no me lo explicó muy bien, pero me pidió poner un poco de distancia entre la señorita Aurora y tú.

Desvié la vista, además me pasé una mano por el cabello.

—Mira, no sé qué te haya dicho...

—En este tipo de situaciones —me interrumpió y eso me incendió los sentidos—, hacemos algo antes de que sea muy tarde. Si Aurora o tú están malentendiendo algo en su relación, se acaba en este momento.

Sonreí y volteé hacia el sanitario.

—Estás equivocado —volví a él.

—Justo eso me gustaría mucho —añadió—. Andrea, sé que no te conozco —aniveló el tono—, pero sé que eres de las personas que actúan según sus propios intereses —ni siquiera parpadeaba.

—Efectivamente, no me conoces —bajé las manos—. No tienes idea de lo que haría.

Enserió, acercándose. Enaltecí la cabeza al tenerlo delante.

—No tengo nada contra ti, pero métetelo en la cabeza: Aurora no —dijo claramente y, sabiendo que no iba a responderle nada, se retiró.

¿Aurora no?

No tiene la menor idea de lo que acaba de hacer.

Cuando me dicen que no puedo tener algo, es cuando lo quiero.

Al día siguiente era fin de semana, así que de por sí Aurora no salió de su cama, pero estaba mejor, según Marisol.

Intenté desayunar sin prestar atención a la tensión provocada por Ric y Marisol, toda la que dirigían hacia mí. A mí me vale, en cambio, al resto les espantó el apetito, inclusive a José Luis.

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora