Capítulo 11

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Volví a saludarla cuando subió al auto y me respondió con el mismo gesto despectivo, en cambio, por lo menos fue a la primera, lo mismo el viernes. Y el fin de semana ya no tuve que tolerarla.

No tenía exactamente esos dos días libres, en cambio, dada la nula vida social de Aurora, no iba a tener nada que hacer y Eugenio y Mauricio me dijeron que fuera con ellos al gimnasio más cercano, mismo que entra en sus beneficios y en los míos.

White me preguntó a dónde iba porque mi rastreador se movió y, cuando le dije del gimnasio, dijo que me vería ahí.

—¿Has peleado cuerpo a cuerpo? —me preguntó Eugenio.

—No exactamente —contesté, observando el lugar. Hay equipamiento para prevención de lesiones, primeros auxilios y máquinas específicas según condición y género.

En la fábrica, el cuarto de entrenamiento era eso, un cuarto, y nos encerraban con alguien durante quince minutos. La única orden era que solo uno debía salir.

—¿Artes marciales? —el pelirrojo me interrumpió al verme divagando.

—Algo así.

—Es experta —habló White al entrar, seguro de sí, con su "soy policía y entro a donde quiera" escrito en toda la cara. Saludó con un apretón de manos a ambos sujetos—. Ella está bajo mi tutela, solo vine a ver qué hacen.

—Ric nos pidió traerla a conocer el gimnasio —explicó Mauricio.

—Suena muy bien —White metió las manos a sus bolsillos, luego me miró—. Ve a cambiarte, muéstrales lo que haces —se burló.

Ni las artes marciales ni las peleas cuerpo a cuerpo son lo mío, no digo que no sepa, sino que prefiero las armas.

En la recepción me dieron un cambio de ropa, además de la combinación del candado de un casillero.

Me sentiría más cómoda con sostén deportivo, pero eso lo tendré que conseguir por mi cuenta.

Volví y en el cuadrilátero estaba Mauricio, esperándome. Me quité la sudadera y la fui a dejar en una mesa.

—Si lo matas, te regaño —masculló White cuando pasé a su lado.

Enterré los dedos en mi cabello, para recogerlo, y lo sujeté con una liga que también me obsequiaron.

Subí al cuadrilátero y esperé a que Mauricio se sujetara las vendas en las manos, además me ofreció un par, mismas que me puse, aun si nunca antes las necesité.

—¿Sabes cuál es tu nivel de fuerza? —preguntó.

—Tengo una idea.

—Muy bien —se preparó, dando pequeños saltos en su sitio—. Quiero saber dónde está tu concentración.

Una vez listo, rápidamente vino hacia mí, con toda la intención de sujetarme del estómago. Solo me hice a un lado, lo prensé del cuello y di toda la vuelta, apoyándome en las cuerdas, para hacerlo caer conmigo encima de él.

—Está en no dejar que me toquen —respondí con un brazo en su cuello.

Me levanté, luego él se puso de pie por su cuenta.

—¡Otra vez y déjame apostar! —expresó White, extasiado.

Lo intentamos muchas veces y Mauricio no pasaba de un único ataque que no le resultaba, ni aunque le diera la espalda.

Como dije, yo no disfruto esto, pero nunca encontré a nadie mejor que yo.

Al terminar, me fui a dar un baño y, mientras esperaba a que la ropa terminara de lavarse para guardarla en el casillero, White entró.

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora