Capítulo 83

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Al tocar la pared, mediante un golpe que fue lo que me lanzó ahí, despegué primero mi cabeza para asegurarme de que no estaba sangrando.

Lo que me abrió fue el labio.

Volteé a ver a Zayra y me eché a reír.

—¿Es todo? —me limpié—. Este lugar te ablandó.

Con la varilla en las manos, estaba dispuesta a venir hacia mí, pero Ecuador decidió que era momento de involucrarse.

—¡Déjame...!

—Sí, sí, ya, ya —la chica sacó a Zayra de la celda y cerró.

Ecuador me lanzó un pedazo de papel y me senté en su cama, para limpiarme la sangre del labio.

—Hernán dijo que no te metieras en peleas.

—Sí, así tal vez reduzcan los 17 años a 16 y nueve meses —ironicé.

Puso los ojos en blanco.

—No, pero puedes conseguir el derecho a visitas.

Suspiré.

—No tengo a nadie que me visite.

Se sentó a un lado.

—¿Aurora?

—... No quiero que ella venga a este lugar.

Si sabe que estoy aquí, vendrá y jamás dejaría que pase por todas las inspecciones solo para entrar.

No le haría eso y, conociéndola, va a empeñarse en venir.

Ecuador es mi compañera de celda y es la que ha evitado que me meta en más problemas de los que eventualmente me causa Zayra.

En los diez meses que llevamos aquí, no he conseguido el derecho ni a visitas ni a llamadas. En nuestras condiciones, ambas cosas se ganan.

—Límpiate bien —dijo en voz baja—, escuché que van a sacarte a pasear.

La miré molesta y sonrió.

De hecho, no solamente fui yo, a Ecuador y dos chicas más, así como a Elián y a un sujeto, nos llevaron al solitario pasillo donde se encuentra la celda de Deán, con todos los cuidados que ha necesitado todo este tiempo.

Y el motivo por que únicamente nos trajeron a nosotros es porque fuimos los que declaramos, así que teníamos un poco más de misericordia a su situación.

Si bien nos vigilaban desde afuera, nos dejaron a solas con él, postrado en una camilla y casi siendo obligado a respirar por el oxígeno.

Así se ve un muerto y sigue vivo.

Ni siquiera el monitor de sus latidos parece tener esperanza alguna.

—Gracias por venir a verme... —expresó en un tono sumamente cansado, aunque siempre habló similar.

—Nos obligaron —repuso Ecuador.

—¿Qué pasó que no quisiste ver a Venus? —pregunté.

Ella está en un ala distinta, pero sabemos que está aquí todavía, sus dos intentos de suicidio fallaron según lo que escuchamos entre las reclusas.

—Ella me odia...

—¿Y crees que nosotros no? —interrumpió una chica, a quien Deán miró.

—Es bueno saber que todavía sienten algo por mí, por su padre...

—¡No somos tus hijos! —la segunda chica alzó la voz—. Deja de llamarnos así.

—... Nada más quería verlos... antes de irme. Es todo...

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora