Capítulo 43

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Martes, 25 de julio de 2023 (un año y un mes atrás):

Mirándome en el espejo, ladeé la cabeza y levanté una ceja cuando empecé a desconocer mi imagen. La sirvienta me juró que, si observas durante mucho tiempo tu reflejo, te empieza a cambiar la cara.

No sé si me engañó.

Miré a mi costado cuando la escuché entrar por la puerta.

—No deja de llover —se quejó y la ropa empapada debe ser lo que la fastidió.

—¿Puedo quedarme hasta que pase la tormenta? —pregunté al voltear.

—Por supuesto, hija —respondió la mujer—. Cena con nosotros —me mostró una amplia sonrisa.

—... Ya los envié a dormir, dijeron que mañana tienen un evento escolar —le comenté dónde están sus hijos.

—Te lo agradezco —habló con alivio.

Para los dos días que llevo viniendo aquí, fue sencillo darme cuenta de que, si bien ama a esos tres niños, es un consuelo para ella llegar del trabajo y que ya estén dormidos.

Una sirvienta entró a dejar un té, avisar que la cena estaba servida y se retiró.

—¿Te gusta el gazpacho?

—Claro —contesté.

—Entonces cena conmigo.

Tomé mi chaqueta porque después de cenar debería irme y estoy asegurándole que no pienso quedarme más de lo que me permita.

Hay varios sirvientes en esta casa, en cambio, la que sirvió la cena es la única que suele quedarse y de hecho tiene su habitación adentro de la casa. Es más bien como la nana de esta mujer.

—Hablé con mi marido y juro que no escuchó nada de lo que le dije —mencionó, a media cena.

—¿Sobre sus hijos?

Asintió. Cubriéndose con una servilleta, pasó el bocado.

—No vamos a dividir la herencia en partes iguales, sus bienes van a quedarse con Iker, a Velga le va a heredar su abuela, mi mamá, y a Zamadi le voy a dejar todo lo mío. Según el abogado, es más sencillo que no se desintegren los negocios ni los bienes para que cada uno pueda trabajar por su cuenta en procurar su futuro.

Zamadi es la más pequeña. Tiene cuatro años.

La mujer bebió un último sorbo de té, poco antes de caer sobre la mesa.

Al comedor entró Zayra.

—¿Quién es? —preguntó ya con el arma lista.

—Zamadi —respondí—. La ultima habitación del segundo piso.


Presente:

Me di cuenta desde que White extendió una mano hacia mí, en cambio, no le presté atención hasta que tronó los dedos en mi oreja.

—¿Qué quieres? —pregunté.

—Yo te pregunté dónde está Elián.

—Se fue de la casa. Ric a veces hace inspección y tenía que irse. Creo que consiguió un cuarto de estudiante.

—No suena mal —dijo para sí—. Tú lo pagas, ¿cierto?

Asentí.

Bebió de su café, siendo esto lo último que le falta del desayuno en la cafetería.

—Me está matando de nervios que no pase nada —habló—. Todo esto no puede ser tan sencillo.

—Tal vez sí pueda —repuse—. Avang trabaja bajo una especie de selección natural. Todas las personas a las que ha quitado del camino fue antes de que hicieran lo que inevitablemente iban a hacer, pero hasta él tiene curiosidad de lo que pasaría si los dejara vivir.

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora