Capítulo 14

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Llegué al edificio, donde White me esperaba, como cada vez que me llama. Acabo de ir a dejar a Aurora y vine directamente aquí.

—Ya pregunté por tu inyección —habló en cuanto me vio—. No es tan segura.

—Detalles —divagué.

—Eso puede provocarte muchas enfermedades...

—¿Entiendes que es cosa de Avang? —me detuve—. Nunca nos preguntó. Además, ¿imaginas lo que va a pasar si un día dejo de ponérmela?

Desvió la vista.

—... Sí... No sabía cómo preguntarte por tu celo —masculló.

—No es un celo, no soy un animal —repuse.

Cuando los efectos de la retención de hormonas pasan o se detienen, digamos que entro en una especie de... De acuerdo, sí, es como un celo.

—No sabía de dónde venía —insistió—. No quería tener que cuidarme de ti.

Ladeé la cabeza, con molestia.

—No eres mi tipo.

Sonrió.

—Ni tú el mío.

En el departamento, siguen casi las mismas personas de siempre. Los reconozco, solo que los nombres nunca los pregunté, nada más tengo presente a la inspectora Montemayor porque es la única mujer que siempre está aquí. Hay otra, que solo he visto dos veces y nunca dice nada.

Tengo entendido que están en servicio, en cambio, están bebiendo cerveza.

No sé, pero creo que casi no salen de aquí. Empiezan a lucir igual de pálidos que Aurora.

—Dos de las escuadras más cerca de Latinoamérica empezaron a moverse —comenzó uno de ellos, el delgado de lentes que siempre está al mando de los ordenadores—. Pero no sabemos sus destinos.

Aurora, por lo tanto México, no es el destino, definitivamente. Aún quedan dos semanas para que Avang lo ordene.

—¿Ustedes se conocían entre sí? —me preguntó el que suele estar supervisando, es decir, el que no hace nada.

—No —respondí—, supongo que los conocí en la fábrica, pero, una vez que nos envían a campo con nuestra escuadra, no volvemos a ver al resto.

No mentí. Desde que salimos de la fábrica, jamás los volví a ver.

—¿Era como su casa? —preguntó la inspectora.

No respondí ni hice un gesto con la cabeza. No sé si no entienden o no quieren entender.

Ese lugar es todo: escuela, cárcel, academia y lo único que cualquiera de nosotros conocía antes de salir, pero no es una casa.

No es como que yo ni ninguno de los otros hubiera ido con Avang a pedir empleo, él nos tenía en ese lugar desde antes de que pudiéramos hablar.

Me pudre que crean que teníamos opciones. Ni yo, ni ninguno de ellos eligió ni este trabajo ni esta vida.

Esta gente no alcanza a dimensionar lo que ha sido de nosotros.

Ya no tenían más preguntas para mí, así que me retiré. Volví a la casa, a comer, y luego fui por Aurora.

En serio, no es que me guste hacer cosas, sino que me crie manteniéndome ocupada y me empiezo a desesperar si no tengo nada que hacer.

Desde que comencé a hablar, tenía un horario de actividades desde el momento en que despertaba hasta que volvía a acostarme. Una vez que salí de la fábrica, llevaba mi ritmo, pero, en fin, siempre estaba haciendo algo.

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora