Capítulo 21

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Estacioné en la misma área de siempre. Es un poco más atrás de la entrada principal, para que el guardia no me pida moverme ni ningún auto detrás me moleste.

Otra vez, revisé que cada cabello estuviera en su sitio, abrí la puerta y bajé, en dirección a aquellos dos despidiéndose; Aurora y el bastón.

—La esperan en su casa, señorita —hablé, interrumpiendo su templada despedida.

El odio en sus ojos fue inmediato.

—Espérame en el auto —mandó.

—No, yo creo que no —aseguré.

—Si te esperan... —intentó hablar el niño—, nos vemos..., —le sonrió—, ¿el sábado?

Aurora se mordió el labio y asintió, con una maldita sonrisa en la cara, mirándolo igual que él a ella.

Una vez que el niño se retiró, la otra me devolvió la mirada de demonio.

Con su elegancia petulante, dio la vuelta y fue al auto.

Mi teléfono comenzó a sonar cuando íbamos a medio camino y en realidad no pensaba contestar porque no conozco el número, pero no podía apagarlo porque está en el asiento a un lado.

—¿Quieres responder? —habló Aurora, masajeándose la sien—. Me está volviendo loca.

Agarré el teléfono y lo puse en altavoz. Este número es de seguridad, White lo monitorea, así que no debía haber ningún problema.

—¿Quién habla?

¿Hablo con Andrea Sáenz? —respondió una mujer.

—Sí.

Le llamo del Hospital Benéfico, el agente Hernán Blanco llegó con una herida de bala. Su contacto de emergencia es este.

Fruncí el ceño.

—¿No hay nadie más a quien pueda llamar?

No —se disculpó—. Me informan que su jurisdicción es de California y las autoridades están demorando en comunicarse. Es importante firmar unos permisos para proceder con una transfusión de sangre.

Suspiré

—Bien, gracias —dije y colgué.

—¿El agente Blanco es el que está a cargo de ti? —preguntó Aurora.

Sacudí la cabeza.

—Sí.

—¿No deberías ir a verlo?

—Lo haré...

—El hospital no es lejos, podemos ir.

La miré por el espejo retrovisor.

La verdad es que no pensaba ir, porque no es como que no vayan a dar con alguien más en cualquier momento.

Pero la expresión convencida de Aurora me convenció a mí.

Inclusive ella me dijo por dónde ir para llegar tan rápido como era posible.

Dejé el auto en el estacionamiento.

En la recepción, reconocí la voz de la mujer, era la misma que me había hablado, pero no supo quién era yo hasta que le di mi identificación.

En el área de urgencias, donde tienen varias camillas divididas con cortinas, un enfermero me llevó con White.

Al abrir la cortina, lo vi recostado, todavía con el uniforme puesto y aguantándose el dolor que grita su expresión.

Cuando el enfermero le revisó el pulso, abrió los ojos y me vio.

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora