Capítulo 53

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Sentí la presión de sus manos y no consideré que, además de que yo estaba tocando una zona más sensible en ella, su umbral de dolor es realmente bajo.

—Está... empezando a doler —murmuró.

La solté, así como ella a mí.

—Tú empezaste —dije. Fue ella la que me trajo aquí.

Sonrió para sí.

—Ya que estamos aquí —se acomodó la ropa—. Voy a buscar algo.

Salimos del pasaje y por sí misma buscó unos libros, tomó una hoja del depósito y fuimos hacia una de las mesas.

En realidad, no hay más personas aquí, me refiero a visitantes, porque escucho a alguien haciendo limpieza en los sanitarios y además está el de la recepción.

Tomé asiento delante de ella, me crucé de brazos y pensaba solamente esperar a que terminara lo que sea que estuviera haciendo, solo que empecé a observarla.

Parte de lo que White me dijo, tiene su beneficio de la duda.

Lo primero que me llamó la atención de Aurora es que ella representa todo lo que yo nunca tuve.

Una vida sin preocupaciones que no le corresponden; personas a las que les importa lo que le suceda; un padre que haría lo que fuera por protegerla; y opciones.

Yo nunca pude decir que no.

No quería esta vida, no quería este trabajo, pero nunca nadie me lo preguntó.

Cuando nos fuimos, porque Marisol le había hablado para saber a qué hora iba a regresar, vi afuera el auto blindado. En serio no pudieron entrar.

Mientras Aurora cenaba, me mandaron a ayudar a recibir las mesas para el evento que harán, cosa que yo creí que no era más que una cena.

Todavía no sé siquiera de qué se trata.

—Tal vez sean mis nervios —habló Eugenio—, pero algo me dice que hay diferencia de trato —apuntó a que él y los demás están ayudando a los cargadores, mientras que yo no, yo solo estoy viéndolos.

—Son tus nervios —contesté.

Emitió un bufido y casi azotó la pila de sillas.

—Yo sé que algo hiciste —insistió Mauricio, con más amabilidad que el otro—. Escuché a Marisol decirle a Ric que no te mande a hacer nada sin antes preguntarle a Aurora.

Entonces es por eso que no estoy de mandadera.

—Pregúntale a Aurora —dije y este negó como respuesta inmediata.

Si bien ella es menos fría con ellos, siguen manteniendo su distancia y no es como que Aurora les haya levantado la orden de no dirigírsele si no es muy necesario.

—Hasta la correspondencia te traen —expresó el pelirrojo.

No fue más que una carta, y cualquiera de ellos podría recibir una, no es como que tengan otra dirección que darle a la oficina de correos.

—Y, además, ¿qué crees? —me dirigí a él, a lo que levantó la cabeza—. Voy a salir —dije y fui a la puerta de la cocina.

En realidad, desde en la mañana había pedido permiso para salir después de que mi turno terminara.

Tampoco estoy aprovechándome de nada.

De hecho, prefiero no alejarme de Aurora, pero tenía que ir a ver a Elián.

Si no voy, él vendrá aquí y por ahora es mejor que se quede donde está. Es más, tuve que dar un par de vueltas por la ciudad, hasta que los oficiales me perdieron el rastro.

Malditos escrúpulos | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora