Capítulo 24 (+18)

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La noche era mi aliada, un manto oscuro que ocultaba mis acciones

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La noche era mi aliada, un manto oscuro que ocultaba mis acciones. En medio de la nada, lejos de la ciudad y sus luces, podía ser verdaderamente yo. El viento frío cortaba la piel como pequeñas cuchillas, pero para mí no era más que un susurro lejano. Sentía el pulso frenético de la criatura bajo mí, su vida desvaneciéndose con cada sorbo.

La luz de la luna revelaba su rostro desfigurado por el miedo, sus ojos abiertos y llenos de súplica. No importaba. No había espacio en mí para la compasión, ni para la lástima. La humanidad, con todas sus emociones y debilidades, me había abandonado hace muchos días ya. Era solo una sombra de lo que una vez fui, una carcasa vacía impulsada únicamente por la necesidad.

La sangre, tibia y espesa, fluía en mi boca. Su sabor metálico debería haberme llenado de alguna sensación, de algún placer. Pero no era así. No sentía nada, solo la fría eficiencia de un depredador alimentándose de su presa. Hubo un tiempo en que la vida me daba júbilo, en que cada latido acelerado de mi víctima resonaba con un eco de excitación en mi pecho. Ahora, no era más que un acto mecánico, una rutina carente de alma.

Sus manos intentaban en vano empujarme, rasguñando mi piel sin resultado. Los sonidos de sus gemidos y sollozos se perdían en la vastedad de la noche. No había testigos, nadie para salvarlo. Solo nosotros dos, inmersos en un macabro baile, donde solo uno sobreviviría. Y ese siempre sería yo.

Finalmente, su resistencia se debilitó, su cuerpo se relajó y quedó inmóvil. Terminé de beber y lo solté, su cuerpo cayendo sin vida al suelo. Me limpié los labios con el dorso de la mano y observé el cadáver por un momento. En algún lugar profundo de mi memoria, sabía que debía sentir algo: remordimiento, satisfacción, cualquier cosa. Pero no había nada. Solo un vacío abismal que consumía todo a su paso.

De golpe, vibró mi móvil dentro del pantalón y al sacarlo vi en la pantalla el nombre de Stiles.

—Espero que sea importante, Stilinski, porque estoy en mi momento de la comida —contesté con un tono mordaz.

—Necesito tu ayuda —respondió a través de la línea, su voz cargada de urgencia.

—Otra vez, Stiles. Esto ya es costumbre —repuse con un suspiro de irritación.

—Nos vemos en una hora en el desguace de coches —indicó sin más explicaciones.

—Entendido, jefe —dije, colgando el teléfono.

Habíamos llegado a un acuerdo tácito con la manada: ellos me dejaban vivir mi vida como quería y, a cambio, yo los ayudaba cuando fuera necesario. Costó bastante que lo entendieran; incluso tuvimos una pequeña discusión, pero nada de heridos.

En cierto modo, muy adentro de mi ser, algo me pedía que los ayudara. ¿Qué tenía que perder? Además, tenía su punto divertido.

Di la espalda al cadáver y comencé a caminar, dejando atrás la escena. El desguace de coches estaba a unos kilómetros, y la noche envolvía el paisaje con su manto de sombras.

Doing all for love//Theo RaekenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora