Capítulo 38.2

252 27 0
                                    

Mi pierna había sanado lo suficiente para que pudiera volver a caminar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi pierna había sanado lo suficiente para que pudiera volver a caminar. No podía estar mucho tiempo sentada con lo que se nos venía encima. Y como no podíamos detenernos, fuimos a hablar con los prisioneros, ya que Liam tenía una teoría.

—Enséñales sus ojos —dijo Liam, señalando a los prisioneros.

Jiang y Tierney se miraron entre sí, la tensión palpable en el aire.

—Nunca dijimos que éramos inocentes —respondió la chica, su voz firme pero cargada de resignación.

—Muéstrenme —ordenó Scott, su tono intransigente.

Se quedaron callados, entonces el alfa rugió tan fuerte que hizo que mostraran sus ojos, que brillaban con un color azul intenso. Eso quería decir que eran omegas que habían matado gente.

Saqué la tarjeta y la pasé por el lector para que pudiéramos entrar.

—Díganme qué pasó —les exigí, mi mirada fija en ellos.

—Eran cazadores —contestó Jiang, su voz apenas un susurro.

—Si mis amigos van a arriesgar su vida por ustedes, tienen que decir la verdad —insistí, mi paciencia al límite.

—Satomi no quería pelear. Llevábamos dos días huyendo, estaban en todas partes y nosotros nos escondimos mientras Satomi intentaba hablar con ellos —dijo Tierney, su voz quebrándose.

—Pero no querían hablar. Ella murió para que huyéramos —añadió la chica, su voz cargada de dolor.

—¿Qué pasó luego? —preguntó Liam, su tono grave.

—Dejamos de correr y empezamos a cazarlos nosotros —respondió, su mirada fija en el suelo.

—¿Cómo? —inquirió McCall, su voz una mezcla de incredulidad y curiosidad.

—Los registros públicos. Es muy sencillo, con solo saber su nombre —explicó levantando la vista para mirarnos.

—¿Fueron los que mataron a Satomi? ¿Los vieron matar a alguien? —preguntó otra vez, su voz más suave pero llena de urgencia.

—¿Eso importa? —replicó Jiang, su voz llena de amargura.

—Claro que importa. No pueden matar a personas inocentes —insistió Dunbar, su voz firme.

—¡Mataron a toda nuestra manada! ¿Crees que son más inocentes que nosotros? —gritó la rubia, su rabia evidente.

Me quedé callada porque, en parte, entendía por qué lo hacían. Yo habría hecho lo mismo, pero otra cosa era matar a personas inocentes que no tenían nada que ver.

—¿Qué piensan hacer? —preguntó Tierney, su voz apenas un susurro.

Scott miró a los prisioneros, luego a nosotros, la incertidumbre en sus ojos.

Doing all for love//Theo RaekenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora