Parte 36

4 0 0
                                    

Noah sale de la oficina corriendo a penas escucha qué no hay más ruido fuera.

Es inevitable qué la misma no se encuentre con sus lágrimas, todavía, saliendo por sus ojos de manera desesperadamente, incluso, no se da cuenta cuándo se introduce en el vestuario de los chicos para ir al baño, y no en el qué le corresponde a ella misma.

Ya que el baño qué suele utilizar está adelante de todo y la necesidad de soltar todo por su garganta no le permitió llegar hasta allí, teniendo qué agradecer qué había llegado, al menos, a un baño y no había lanzado todo en el primer tacho de basura qué tuviera a su disposición en la oficina.

De la misma manera qué no se percata de que León está allí, metiendo sus últimas pertenecías en su viejo bolso, junto dos bolsos nuevos que la castaña le consiguió de sponsor de Adidas...

Por más que esto último no le interese en absoluto, sólo mete todo por inercia con rudeza. Queriendo lo más pronto posible alejarse de aquel establecimiento y no encontrarse con Noah, primeramente y si puede con nadie más mejor.

Por más qué ella acababa de pasar por su lado sin siquiera haberlo visto.

—¿¡Que carajos?!— Sisea y parece ser qué Noah no lo escucha.

Por lo qué León arquea sus cejas al ver cada uno de sus gestos desesperados por ir a la zona de los baños y duchas.

—¡Dios!— Abre la puerta del primer cubículo y se tiró de rodillas sobre el retrete lanzando todo lo que había en su estómago.

Tose y llora a la vez, mientras que su estómago le arde y duele por las arcadas. —Lo siento...— Susurra entre vagos balbuceos.

Se sorprende y tiembla al notar una mano en su espalda sosteniendo su cabello para que no se manche.

Vuelve a toser mientras que suelta sus últimas lágrimas. —Per...Don, Enzo... Lo arruine... Lo se...— Traga saliva y vuelve a vomitar lo último que tiene en su estómago.

León aprieta su mandíbula y continúa con los movimientos circulares en su espalda para que pare con sus espasmos...

Tocarla lo está poniendo sumamente nervioso, pero no deja de intentar calmar a la castaña, siendo qué es el mismo quién tira de la cadena y baja la tapa del inodoro para qué Noah no tenga más ganas de vomitar.

Al hacerlo, ella se tira sobre los azulejos negros brillosos y suspira abriendo sus ojos, con la respiración agitada.

Cuándo se encuentra al rubio frente a ella sus ojos se abren asustada y avergonzada, carraspea y se intenta levantar. —Yo...— Murmura levemente ronca.

Él la ayuda a intentar ponerse de pie, ya qué, aún, se encuentra algo débil, a pesar de que los nervios de saber qué tiene frente a sus ojos a León le juegan un shock de adrenalina qué le es imposible de obviar.

—Despacio angel.— Pide con algo de rudeza en su tono de voz.

Noah sigue sin decir una palabra, él sube y baja su nuez de Adán, manteniendo la mirada penetrante sobre su cuerpo, haciéndose una y mil preguntas respecto a cómo es qué había llegado a ese limite en el qué claramente quedaba más qué notorio que había perdido el control.

Tanto de forma mental, cómo de su cuerpo también.

La castaña lo mira avergonzada centrando su vista allí, en sus ojos, y a pesar de qué quiere observar hacía otro lado, le es imposible no poder dejar de ver sus ojos tan claros y oscuros a la vez, cómo si fueran esos pozos de ansiedad qué alimentan su dia a día.

—¿Noah?— Enzo aparece con la respiración agitada y un corte en su ceja.

—Esta acá.— León informa manteniendo aquel tono de voz seco.

Volviendo a llamar la atención del segundo hermano Melle al notar su presencia allí, se ve qué había sido tanto el caos que ellos mismos habían armado en la discusión de la oficina, y en la pelea qué Enzo había tenido para con su padre qué jamás se puso a pensar qué León podía llegar al gimnasio a ir a retirar sus cosas.

Ya qué es más qué claro qué está allí por eso.

—Carajos, Noah.— Mira la escena y se acerca a su hermana sin dirigirle la mirada al rubio... Quién se mantiene al márgen y la suelta inmediatamente cuándo Enzo se acerca hacia ellos.

Su hermano la toma de las mejillas y la lleva hacía los bancos dónde están los lockers.

Todo en el lugar reluce de lo limpio que está, ya que son pocos los que se cambian y bañan allí, y es por eso qué no tiene la necesidad de ir a la oficina de Noah o al departamento.

Ella se sienta y lleva una mano a su cabello tirándolo hacía atrás. —Lo siento.— Susurra con sus labios temblorosos.

León se mantiene callado a un costado de ambos. Sin embargo, tiene que admitir que siente una ligera curiosidad por saber qué es lo que está ocurriendo.

Además de qué le era imposible alejarse de Noah al haberla visto en aquella condición.

—¿Vomitaste?— Maldice al preguntar.

Aúnque lo hace con ternura.

Noah llora y asiente con la cabeza, mientras que agacha la mirada avergonzada, Enzo la toma de las mejillas y le da un beso en su frente acariciando su cabello.

—Muñierda, Noah... Lamento haberte dejado sóla.— Vuelve a recoger un mechón de su cabello y lo coloca detrás de su oreja.

Al ver qué su hermana no responde niega con la cabeza y se levanta para irse de nuevo y enfrentar a su papá de nuevo.

León ve las claras intenciones de Enzo, a pesar de qué sabe muy poco lo qué está sucediendo.Y es por eso qué le da una última mirada a la castaña y lo sigue.

Ella bufa y niega con la cabeza preocupada. —No más golpes.— Susurra al mismo tiempo qué se levanta asustada y aún algo débil.

Necesita lavarse los dientes y tomar algo fresco.

Pero primero tiene que resolver el asunto que está a punto de suceder entre su hermano mayor y su padre, no queriendo que haya ni una sola excusa más para que se agregue más leña al fuego y las cosas se sigan complicando.

INESTABLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora