Parte 64

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—¿Que estás haciendo acá?— Noah se apoya en el marco de la puerta y suspira moviendo su cabeza hacia un costado.

Esperaba a cualquier persona, menos a él, incluso, esperaba encontrarse con su padre, pero no con León.

El mismo luce con la respiración levemente agitada, y no tiene qué echarle más que un vistazo para corroborar qué está recién bañado, su cabello goteando le da la pauta de qué salió de la habitación con más prisa que ganas.

—Tenemos qué hablar.— Sisea avanzando e ingresando.

Noah arquea sus cejas y suelta una carcajada cerrando la puerta detrás de ella.

No puede creer el descaro que tienen estos momentos de ingresar a su habitación de aquella manera.

Pensaba que había quedado más que claro que cuando se fue del gimnasio cuando él ingresó era justamente porque no tenía ganas de verle la cara, y que ahora apareciera unas horas después en la habitación en la que ella se estaba hospedando era verdaderamente cínico de tan sólo pensarlo.

—¿Ahora tenés ganas de hablar?— Se carajea volviendo a tomar la misma postura burlona al observarlo.

Lo peor de todo es que no lo puede leer, cómo le viene ocurriendo desde que lo conoció, no obstante, ahora mismo León se muestra cómo metafóricamente un León enjaulado que camina de lado a lado por toda la habitación dándole la espalda a la castaña.

—No hagas esto más difícil, si me estoy presentando en tu habitación es porque tengo algo que decir y porque necesito hablar con vos.— Pide apretando su mandíbula con fuerza y colocando sus ojos en blanco.

Le había estado dando vueltas al asunto, y el quiebre final había sido su mejor amigo volviendo a preguntar por mensaje si ya se había acostado con ella, y es por eso mismo que el rubio tuvo que explicarle brevemente qué es lo que había sucedido entre los dos.

Cómo para poder dejarle en claro que no había ni siquiera una mínima oportunidad de que pudiera llegar a meterse en la cama de la castaña, para ver qué es lo que le pasaba con ella cuándo aquello sucediera, ya que lo había arruinado todo por completo en la cena que habían tenido de forma espontánea.

Y a medida que continuaba respondiendo aquellos mensajes de audio y escuchaba lo que Nick tenía para decirle, no podía dejar de repetir la escena en su cabeza.

Había grabado en su retina el momento exacto en el que el rostro de Noah se había desfigurado por completo al escuchar como él había lanzado aquel vómito verbal hacia ella.

Y cuándo ingresó al gimnasio y la observó con Enzo, se dio cuenta de que había metido la pata hasta el fondo, y que por más que tuviera un problema personal con ella o le estuviera pasando esto por la cabeza de que había momentos en el que no la toleraba, y otros momentos en el que no podía dejar de pensar en que quería besarla, tenía que reconocer que no era culpa de Noah.

Era su propia culpa por ser un completo bipolar y por todavía no aceptar que había gente que no quería estafarlo, cómo había sucedido con su propia madre y su propio padre que lo habían obligado a firmar incontables documentos a lo largo de su existencia tan sólo para quedar desligados de aquellos fraudes que ellos realizaban.

O lo que recientemente más le había dolido que era el hecho de que su madre no le permitiera ni siquiera ver a su hermano menor, siendo que ella era la responsable número uno de todo lo que sucedía en el entorno de los dos, todavía tenía el descaro de aceptar el dinero que él le enviaba, y de consumirlo en ella y de utilizar una muy mínima parte para el menor.

—¿Y qué hay si yo no tengo ganas de escucharte?— Sisea mostrando sorprendida y abriendo sus ojos por demás. —¡Por qué yo me retiré de la mesa porque fuiste un completo maleducado y desubicado ante una pregunta que yo te hice, y comprendo perfectamente que te moleste que me meta en tu vida, pero creí que la conversación estaba siendo de manera amena y que los dos estábamos de acuerdo en lo que estábamos hablando!— Bufa.

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