Epílogo

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—Angel, siempre es un placer verte.— Mario aparece frente a ella con una sonrisa de costado. —Leon, está preparando la cena.— Le hace un movimiento con la cabeza para dejarla pasar.

Noah ingresa apretando sus labios, dejando en las manos de Mario una bolsa con comida, más específicamente cosas qué Mario ama.

Por lo que este último le roba un abrazo, habiendo tomado más confianza de la habitual para con ella durante estos últimos cinco años en los qué Noah siguió su relación sentimental con León, a su vez, de su relación laboral.

En la qué la carrera de Leon despegó de la forma en la qué Alaric esperaba, poniéndose a la par de su hijo, sólo que en otra categoría.

—Te traje tus cereales favoritos, y algunos dulces por tus buenas notas.— Le guiña un ojo señalando la bolsa.

—Gracias, ángel.— Sonríe sincero. —¡No tenías qué molestarte!— Aprieta sus labios con algo de timidez.

Noah terminaba consintiendolo todo el tiempo y no quería ser una carga para la novia de su hermano.

Ella había estado a su lado desde el momento en el qué León empezó a luchar por su custodia, y hasta en ese momento en el qué el musculoso lo vio por primera vez después de tanto tiempo, tomándose todas las atribuciones para reprocharle qué no había estado ahí para él.

Y gracias a ella es que había podido darle una oportunidad a su hermano mayor de escuchar lo que él tenía para decir, de poder comprender el motivo por el cual no podía verlo todos los días o de la manera en la que él hubieron esperado.

No había sido para nada fácil, pero gracias a la ayuda de la castaña lo habían logrado, siendo un gran apoyo para León en su momento.

Y por eso mismo que los dos se tenían mutuo a precio, en particular Mario veía en Noah la figura femenina que no había podido ver en su madre y siendo ella la novia de su hermano, lograba empatizar para con la misma en un montón de situaciones en las que llegaba a chocar para con León, cuándo este último quería ponerle algo de límites.

Ya qué, a pesar de qué había luchado a capa y espada y habían pasado dos largos años para poder obtener su custodia total y enviar a su madre a la cárcel, León seguía siendo la figura paterna qué esperaba poder ser para el menor. Y se tomaba muy enserio la misma.

—¡El otro día dijiste qué no tenías más, fui a comprar para Enzo y recordé lo qué te gustaba, no es molestia!— Le recuerda moviendo levemente su cabeza hacía un costado con dulzura.

Mario muerde su labio inferior. —¡Por eso sos mi angelito favorito!— Bate sus pestañas divertido.

Y Noah suelta una pequeña carcajada, qué tapa con su mano derecha.

—¡No le digas Ángel!— León aparece por el marco de la puerta.

Golpeando a su hermano en el hombro, mientras qué este último finge una mueca de dolor.

Noah arquea sus cejas hacia su novio para recriminarle lo que está haciendo. —¡Lo vas a lastimar!— Aprieta sus labios.

León suspira negando, tomando su barbilla para fundir sus labios en un beso fugaz.

Sabiendo que si lo hace de la manera que quiere su hermano comenzará a silvar y hacer comentarios desafortunados, cómo ya lo ha hecho en más de una oportunidad

—¡Es un cabeza hueca que está enamorado de mi novia, así qué se merece todos los golpes para qué se le acomoden sus ideas y sepa dónde tiene qué ubicarse!— Sisea en dirección al menor de dieciséis años.

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