Parte 63

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La castaña llega a su habitación y cierra los ojos completamente desencajada cuándo cierra la puerta y se encuentra en total soledad. —¡No puedo creer qué seas incluso tan bestia hasta para hablar!— Maldice hablando en voz alta.

Quiere golpear cualquier cosa que tenga delante, se sienta en su mullida cama y suspira calmando un poco su agitada respiración.

Ella no suele reaccionar de esa manera, y se sorprende de que no esté aferrada a un inodoro vomitando en estos momentos, y luego reconoce perfectamente por qué es que esa sensación no está pasando por su cuerpo.

Y aquello se debe solamente a la rabia que recorre cada parte de su cuerpo por las palabras de mal gusto que había tenido León para con ella, y si bien podía llegar a reconocer que se había aprovechado de la buena voluntad que había tenido el rubio para poder responder a algunas de sus preguntas, y por cómo es que habían llevado la cena de manera completamente relajada, no le parece que hubiera sido el momento adecuado para tratarla de aquella forma.

—¡Egocento! ¡Por qué eso es lo que sos, ya que no te dejas ayudar y pensás que la gente te tiene lástima!— Se quita los tacos y va caminando descalza hacía el placard.

Encontrándose con el mismo en menos de un parpadeo, en donde dejo sus cosas dentro de la valija aún, ya qué no confía en absoluto en los hoteles y la falta de pertenencias personales, por lo que saca el seguro a su maleta, cómo lo hace todos los días, y busca sus zapatillas deportivas junto a sus calzas y un top con el que suele usar para entrenar o correr...

Rápidamente se los coloca y busca alguna sudadera de su hermano que haya traído para ponerla encima de su conjunto deportivo.

Agradece que le queden largas, se siente más cómoda, ya que cuándo hace ejercicio no quiere ser sexy ni nada por el estilo, sólo se concentra en el objetivo y no necesita estar provocando a nadie a su alrededor cuándo todos se encuentran de la misma manera.

No obstante, con lo que le había sucedido en el pasado para con Kalesi, no le había quedado otra alternativa que ocultar su cuerpo de las miradas provocativas que los hombres le regalaban apenas pisaba un gimnasio, teniendo que admitir que nunca había estado más contenta cuando su padre inauguró aquella pequeña área de entrenamiento para sus boxeadores profesionales, y con los que él trabajaba de manera individual, siendo que allí podía ser ella cuándo quisiera y cuándo no estuviera ocupado por su padre y sus entrenamientos.

—¡Tenés que mantener la calma, Noah!— Se dice así misma cuándo sale de su habitación y se dirige hacia las escaleras para poder ir hacia el gimnasio.

No quiere usar los elevadores por miedo a cruzarse con León en los mismos, y no porque tenga miedo a verle la cara o a flaquear, si no, porque de lo tan furiosa que se encuentra para con él, no sabe cómo puede llegar a reaccionar.

Incluso, en aquella pequeña recorrida que hace hacia la sala en común que va a utilizar del hotel, corrobora qué el rubio no estuviera allí, habiendo utilizado de sus pequeños contactos con la gente que había conocido en el hotel, al cuestionarle a uno de los empleados sobre el paradero del mismo con una tonta excusa de que lo necesitaba por algo de las peleas, ya que todos allí estaban informados de quiénes eran ellos.

Según la mesera a la que le había podido consultar, aún seguía en la mesa que ambos ocupaban, la bronca y la rabia incrementa dentro de ella al volver a acordarse de él, y peor aún de las palabras qué le dijo.

Siendo, que probablemente se estuviera atragantando con aquel postre, con el que Noah se había quedado más que con las ganas de poder probar, pero gracias a sus respuestas, había sido imposible mantener un segundo más su cuerpo sentado sobre aquel cómodo sillón.

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