Prólogo: Dos años antes de la lluvia

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Diciembre 05, 2019

11:22 AM

El rayo del sol de ese sábado en la mañana atraviesa la cristalera y la tela de las cortinas color uva, cayendo justo en su ceño fruncido y ojos cerrados. La molestia lo trae a la realidad poco a poco. Gruñe, restregando sus manos tibias por su rostro somnoliento, sintiendo el frío al otro lado de su cama, estando tan acostumbrado a él que sólo lo miró reojo y resopló, abriendo los ojos finalmente, viendo que se encontraba en la lujosa habitación marital que compartía con su esposa Lee SunMi.

Se levantó perezosamente, estremeciéndose con el contacto de sus pies descalzos y la baldosa fría del suelo, poniéndose de pie cuidadosamente para comenzar a estirarse, colocándose de puntillas, alzando las manos, doblando los dedos de sus manos y tronando su cintura y su cuello, sintiendo alivio en cada sonido que sus huesos hacían. Su cabello estaba tan desordenado como un nido de pájaros y tenía la pijama desordenada.

Siempre se caracterizó por ser el último en casa en levantarse e incluso llegaba a la hora límite a su trabajo, pues múltiples veces se quedaba dormido.

Era un hombre exitoso. Había sido declarado a inicios de año como el arquitecto del año gracias a un proyecto de una biblioteca pública inaugurada en Seúl, diseñada por él. Sin duda, alguien como él podía ser inalcanzable, o así lo presumían las revistas de farándula que leía su esposa en el salón, pavoneándose de tener al arquitecto del año como esposo y padre de sus hijos, pero la realidad no podía ser más diferente, claro, si es que ella debía refugiarse en sólo palabras y no en hechos.

Su matrimonio era complicado.

Cuando se dirigió a la entrada y se agachó para tomar un papel del suelo, reconociendo la caligrafía de su esposa, no pudo evitar poner sus ojos en blanco con un evidente fastidio y comenzó a leer.

"Tuve que salir de compras para la despensa. Recogeré a los niños del colegio, recuerda que todavía quedan detalles para la fiesta de cumpleaños de SooBin. No trabajes mucho.

Atentamente, SunMi."

Hizo bola el papel y la tiró a la papelera de la habitación, saliendo finalmente para comenzar a prepararse. Al entrar al baño se quedó unos momentos contemplando sus facciones: Su cabello negro llegaba hasta la mitad de su cuello, tenía un poco de vello facial en el rostro. Pasó su índice por la curvatura de la nariz, acariciando sus labios, viendo el lunar de su labio inferior. Bajó por el mentón y por su cuello, encontrándose sus clavículas y lo demás estaba cubierto por esa holgada camisa negra. Se dispuso a lavarse los dientes y a afeitarse, manteniéndose ensimismado en su propio mundo.

Ese día era el cumpleaños número siete de su hijo mayor, Kim SooBin, el único motivo que tenía para mantenerse optimista en esos últimos cinco años de matrimonio. Aunque su hijo fuese la razón principal por la cual declararon nupcias, no pudo evitar enamorarse por completo de su pequeño hijo. Los dos primeros años de vida de su hijo fueron maravillosos, pero después llegó Kim YeonJun, su hijo de cinco años y de ahí nada volvió a ser tan maravilloso como antes.

Antes...

Mientras se duchaba le dio vueltas al asunto, concluyendo que definitivamente nunca amaría a su esposa en la misma medida que amaba a sus hijos, a sus dos retoños que llegaron al mundo en medio de la incertidumbre y duda de ambos por ser padres. Un desasosiego siempre invadió a sus hijos desde su primer llanto y aun así eran lo más preciado que tenía.

Cuando sale del baño, camina envuelto en una toalla de regreso a su habitación. Se pone la ropa interior, aplica sus cremas hidratantes, desodorante y perfume y se coloca su ropa. El suéter cuello alto negro, con sus pantalones holgados beige, sus mocasines marrones y la gabardina negra; destilan la elegancia que siempre le caracterizó y que robaba los suspiros de los hombres y mujeres que lo mirasen, y a él sencillamente le fascinaba.

[Libro 1] Catarsis de perversiones ||TK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora