51: La copa de sangre rebosante

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Kim Hana había nacido en una familia estricta y tradicional.

Las mujeres, independientemente de su casta, no tenían ningún lugar en la familia más allá de hacer los quehaceres domésticos y cuidar de los hijos mientras sus esposos trabajaban. El hombre tenía derecho a hacer lo que quisiera, incluso arremeter contra su esposa si su comportamiento era inadecuado. Tenían la potestad para imponer y corregir si era necesario.

Por ello no era de extrañar que la infancia de la omega, desdichada de su condición, haya sido bastante difícil de sobrellevar. Constantemente era golpeada y no tenía a nadie a quién acudir. Al ser la hermana menor y compartir vínculo con la repudiada Kim SiYeon, su hermana mayor, la presión que había sobre ella era mucho mayor hasta el punto que había pensado en huir o suicidarse en muchas ocasiones.

El ambiente familiar se había vuelto hostil cuando Kim SiYeon, la hija mayor de su madre Kim YanMi, habría salido del pueblo para cumplir sus sueños de ciudad que en su familia eran vistos como obscenos. La ciudad, en sí misma, para ellos era la cuna de vicios y pecados, de la obscenidad en su máxima expresión. Era ley de la familia nacer y morir en ese pequeño pueblo de Daegu sin ceder a las cegadoras tentaciones de la capital.

SiYeon nunca cedió a las peticiones de su familia y su huida provocó su repudio.

SiYeon se embarcó a estudiar actuación en Seúl, presentándose después en un exclusivo cabaret donde cantó y bailó para un comandante del ejército de nombre Jeon Iseul, un hombre que para esa época de 1975 estaba casado y con cuatro hijos. Sin embargo, aquello no fue impedimento para que los dos se convirtieran en amantes apasionados y que tiempo después y en secreto, SiYeon cuidara de una hija que había tenido con él poco antes de que muriera a manos de su esposa.

La noticia sobre el adulterio de Kim SiYeon con un comandante sólo fue motivo de escándalo para la familia Kim, quien hasta nuevo avisó prohibió las cartas y recibir paquetes. Hana fue testigo de cómo su padre le quemaba la ropa de la ciudad que su hermana le había enviado, al igual que las cartas y las muñecas. Se encargaron de no dejar siquiera cenizas del recuerdo de la mujer que fue llamada su hermana.

Sin embargo, eso no hizo que esos autos lujosos y blindados con hombres armados hasta los dientes, no llegaran a su casa que provocaba un contraste chirriante a comparación de donde venía esa mujer que se había bajado de uno de esos autos acompañada de cuatro niños que no parecían tener más de dieciocho años.

Se sorprendió por la frialdad que poseía Jeon Gyaeong cuando su padre comenzó a amenazarla con golpearla si no se iba a de allí, tampoco se inmutó cuando fue llamada vulgar y puta repetidas veces.

- ¡Cómo no te largues, te voy a reventar, puta de mier...! Bang.

Kim Hana fue testigo de cómo su padre, ese que siempre la hizo sentir miserable, caía al suelo por una bala que atravesó su entrecejo y que había sido accionada por Jeon Gyaeong, quien tras matarlo no tenía nada más que una expresión satisfecha que tampoco se diferenciaba a la de sus hijos.

Nunca había visto una mirada muerta en un vivo y eso la aterró.

-Masacren a estas jodidas ratas. -Fue la orden de Gyaeong antes de retornar al auto con sus hijos e irse de allí.

La masacre a su familia dio inicio y en el pánico le hizo llevar sus dos manos a su vientre, recordando que ya tenía un hijo dentro suyo desde hace dos meses. Su esposo, Kim BonHwa, con la ayuda de su madre YanMin, trataron de persuadir a aquellos sujetos que estaban acribillando a los suyos como ratas. Salieron por la puerta trasera que daba al jardín y bajaron montaña abajo, ni siquiera fijándose por dónde iban, o sabiendo que harían después.

[Libro 1] Catarsis de perversiones ||TK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora