10: Lazos de sangre

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Septiembre 01, 2012

Daegu, Corea del sur

-Jeon.

Jungkook alza la vista, viendo a la gendarme frente a él, irrumpiendo en su celda de forma silenciosa y neutral. Aquella oficial siempre le hablaba para lo justo y necesario, sólo le llevaba su medicación y cerraba su celda sin darle siquiera posibilidad de ir al baño durante las noches. Era una mujer dura que a simple vista se notaba que lo odiaba y ese sentimiento no movía nada en Jungkook, se podía decir que incluso le halagaba.

-Tienes visita, vamos.

Era su cumpleaños, su cumpleaños número diecinueve para ser precisos y lo estaba celebrando encerrado en una cárcel donde estaba bajo constante vigilancia. Ya era oficialmente mayor de edad y sabía lo que se venía, estaba seguro de que ese sería su último cumpleaños. Pronto saldría de ahí para ser procesado por su crimen y luego la silla eléctrica le daría su último suspiro. Ya se había resignado.

Fue escoltado por cinco guardias armados hasta la sala de visitas donde estaba su hermana Soyeon, la pequeña de trece años que había madurado demasiado pronto para su edad. Esposan a Jungkook en la mesa detrás del vidrio, pues al tratarse de un criminal tan peligroso, el tipo de sala donde se ejecutaban las visitas en la prisión eran distintas para gente como él. La de Jungkook era fúnebre y siempre estaba llena de policías que tenían la orden de dispararle si se volvía loco. Soyeon veía atentamente cómo su hermano era esposado y un guardia se quedaba a su lado en caso de que las cosas se salieran de control. Soyeon nunca creyó ver a su hermano de esa manera, en esa situación y a su edad aún le desconcertaba que aquello no pareciera afectarle.

-Hola, Jungkook. -Pronuncia la pelinegra-. Feliz cumpleaños.

-Gracias, Soyeon. Es bueno saber que aún lo recuerdas, vienes todos los años.

-Sí, bueno, sigue siendo un día especial. Le dejé a tu doctor tu pastel de cumpleaños, espero te lo entreguen.

-Lo harán, no te preocupes. ¿Cómo está JiWoo? Leí su carta donde me decía que las adoptaron.

-Sí. -Asiente la menor-. Es una pareja de omegas, dos chicas. Son muy amables con nosotras, nos dan nuestro tiempo, nos están dejando ver psicólogos y bueno... Todo va bien. Incluso, preguntan por ti.

Jungkook frunció el entrecejo.

-¿Por mí?

-¡Sí! Les hablo de ti siempre. Les digo que eres un gran bailarín, también que cantas muy bonito, dicen que quieren conocerte.

-Eso es... Lindo, princesa. Suenan como dos buenas chicas, me alegra que estén en buenas manos. -Dice con sinceridad.

-Cuando salgas, podemos...

Y de repente Soyeon calla y Jungkook esboza una sonrisa triste. La pequeña alfa acaba de caer en cuenta de lo que significaba cumplir diecinueve años para su hermano. Quería llorar, pero se tragó el nudo de su garganta.

-Cielo, no sabes lo feliz que me hace que ustedes estén empezando de cero. Pueden mandarme fotografías de su nueva casa y sus nuevas madres, será bonito conocerlas aunque sea con fotos.

Soyeon asintió mordiendo sus labios, aguantándose las ganas de llorar.

-¿Y tú? ¿Cómo estás? -Inquirió Soyeon-. ¿Has avanzado con el psiquiatra?

Jungkook no responde y se limita sólo a suspirar profundamente. Soyeon lo capta de inmediato: Su hermano no pensaba hablar de lo ocurrido con el psiquiatra, ni con nadie.

[Libro 1] Catarsis de perversiones ||TK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora