34: Los cuatro tréboles

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Diciembre 01, 2022

Kris suelta un profundo suspiro después de ver el reflejo de su espejo, pasando una mano por su cabello, mirando con cierto recelo que el vívido color rubio que había aplicado estaba comenzando a caerse, dejando varios mechones por su mulett y gran parte de su flequillo. Nunca había sido tan descuidado con el color de su cabello, pero sabía que en esas fechas su apariencia era la menos acertada.

Cómo le estresaban las audiencias de Red Moon.

No sólo las consideraba absurdas por el nombre que esa clase de reuniones había recibido desde los cincuenta, sino que también se caracterizaban por ser completamente estresantes, llenas de información que sólo sembraba discordia y tensión. Además de ello, sabía que la de ese día sería más que estresante.

Lee JiChul estaba muerto, los grupos estaban fragmentados y había una mujer vestida de negro ocupando la silla del cabezal de la mesa que su esposo alguna vez ocupó. Un desastre.

Se tomó unos minutos de reflexión mirando el mármol lavabo del baño de las instalaciones de Red Moon y apenas se recuperó, salió de allí, azotando la puerta.

El edificio de Red Moon era un hotel que para el gobierno americano recaudaba al año diez mil millones de dólares, aunque realmente, ese dinero no existía. El hotel "Arson" era una cortina de humo de lo que realmente eran las demandantes instalaciones del grupo criminal más grande de Norteamérica. Ya no existía Éxodo ni El Dorado y todos los negocios abandonados por esos dos grupos los adoptó Red Moon, el grupo que le dio techo y comida, además de la posibilidad de enamorarse y criar a una hija por al menos dieciséis años.

Pocas veces abandonaba el confort de Italia para ir hasta Las Vegas a sentarse en una silla a beber champagne y a escuchar, pero claro, eso era antes de que Lee JiChul muriera de un disparo entre los ojos. Su esposa, esa que nunca hablaba y sólo esbozaba sonrisas burlonas ocultas en un pulcro sorbo a una copa de cristal, era ya la que iba a dirigir ese campo de guerra.

Vio a Jessica hablar con Ahn HyeJin, su mejor amiga y confidente que en su momento había enseñado a Kim TaeHyung todo lo que debía saber para manejar un subgrupo a la sombra de todos. Los Siete Zafiros no era un secreto en aquella sala de reuniones con paredes teñidas de rojo y con picas de la baraja inglesa estando colgadas obsesivamente en las paredes. La sangre que se derramaría en los próximos años no eran un tema al que ellos hacían vista gorda, pero para los que estaban debajo de ellos como Hope y Los Siete Zafiros todo lo que se hablaba bajo llave, era un secreto.

Ahn HyeJin era una beta de treinta y siete años, una mujer mitad coreana y mitad china, hija del político Lin Hong, un hombre con antecedentes de corrupción que durante su mandato en la embajada china había financiado miles de millones a la creación de Red Moon. Actualmente, Lin se encontraba muerto después de que su propia hija lo matara y migrara a territorio coreano, cambiando su nombre y nacionalidad. Kris sabía lo mucho que le atraía ese currículum a su esposa Jessica y eran grandes amigas desde hace ya bastante tiempo.

Representando a la Yakuza estaba Hirai Momo, una japonesa que había ofrecido sus servicios a El Dorado por bastantes años. Nunca se interesó en encabezar a la mafia más temida de Japón, pero tras la fragmentación del grupo, su astucia individual la había llevado a estar ahí sentada junto con su esposo Christopher Bang, otro ex sicario de El Dorado. Lo poco que sabía Kris es que la pareja había residido en Tokio tras lo ocurrido en el Petite Mort, pero su contacto con los demás miembros del grupo se había cortado por completo.

Por último, Kim Jennie, la reina de la corona de picas escarlatas, era la que esperaba ansiosa por el levantamiento de la sesión. Era una alfa astuta como un zorro y sus ojos gatunos expresaban más de lo que ella pensaba.

[Libro 1] Catarsis de perversiones ||TK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora