Final: Catarsis

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Si había algo que a Kristopher Gianni Leone le gustara eran dos cosas: Las mujeres y robar.

Y le fascinaba cuando en su día había de las dos cosas.

Había ocurrido en Berlín, en uno de sus tantos viajes donde usaba sus trajes caros, un auricular en la oreja y un arma en el saco, buscando el tesoro al que había echado el ojo meses atrás. Era recibido por los cócteles, por la música clásica y por la gente bien vestida. En esa ocasión, su bella hermana se encontraba a su lado, Nahid como siempre destrozaba a los viejos en el póker, Jessica se ajustaba el escote y Yuqi cantaba en el escenario al lado de la pianista, la cual era nueva en la banda, pero alguien ya conocida en su cama.

Jeon SoMi podía ser todo un misterio, incluso cuando su apellido le traía ciertos recuerdos del pasado que le hacían suspirar mientras su hija Narcissa sólo se frotaba las sienes, acostumbrada a tener una madre nueva en cada robo. Sin embargo, había algo diferente en SoMi que atraía por completo la atención en Kris y era que lo que tenía de pianista, lo tenía de ladrona. No por nada, estaba allí.

Lo poco que sabía de ella es que era la hija adoptiva del mayor hijo de puta de China, el líder del clan Yeh, conocido por ser el némesis de la familia Jeon en Corea, estando en el mismo sector de la mafia y teniendo la misma cortina de humo. SoMi podía ser fácilmente confundida con un Jeon real, existiendo tantos en Corea pero habiendo sólo uno completamente único, pero nunca hubo algo realmente claro. SoMi sólo sabía reírse cuando alguien le preguntaba si era la hija de algunos de los hijos de Jeon Gyaeong y siempre dejaba esa pregunta en el aire, cambiando de tema o sencillamente esbozando una sonrisa.

Y por supuesto, ese misterio en su persona, su belleza y talento en el robo y el piano lo llevaron a caer profundamente por ella, mientras su hija Narcissa sólo sabía desconfiar de ella.

Aquel día robaron una bóveda de una casa de subastas y la noche fue para emborracharse y celebrar con la joyería puesta. Aunque SoMi y Kris tuvieron su celebración en la habitación, en medio de los jadeos de placer y los movimientos enloquecedores de la omega sobre él. Embriagados no sólo de placer, sino también de amor.

-Kristopher.

- ¿Hm?

-No me vas a traicionar, ¿Verdad?

La pregunta, al menos para él, resultó tan anticlimática que sólo se rio mientras cambiaba la posición, poniéndola debajo suyo mientras la embestía y le tocaba los pechos. SoMi tarareó de placer, sin embargo, no perdió el hilo de su conversación.

-Eres muy predecible, Kristopher. Sé que apenas se acabe esto te vas a olvidar de mí, como lo haces con todas. Incluso con la madre de tu hija.

-No es así. -Dijo Kris, deteniéndose por un momento-. ¿Por qué dices eso?

-Sólo te diré algo, Kris. Cuando nos separemos y te olvides de mí como lo haces con el resto, yo estaré tranquila, no te voy a buscar ni te voy a rogar. Pero conspira a mis espaldas y te arruinaré la vida. ¿Queda claro?

Kris en un principio pensó que sólo era una broma y por seguirle la corriente a SoMi sólo asintió, volviendo a lo que estaba haciendo, olvidando por completo el significado de aquella advertencia, sabiendo perfectamente que una vez regrese a Italia no tendría que volver a ver a esa omega con la que en ese instante se estaba acostando.

Sin embargo, sus arrepentimientos llegarían años después en forma de una pequeña de nueve años, la hija que en aquella noche de indiferencia a las advertencias, concibió.

SoMi le había escondido la existencia de su hija Artemis por nueve años. Y Kris sólo supo de una forma para recuperarla: Moviendo sus propios hilos.

[Libro 1] Catarsis de perversiones ||TK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora