38: Los susurros de la estática

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-Señor Kim TaeHyung, esta corte lo encuentra culpable por los siguientes delitos: Asesinato, pertenencia a grupos criminales, tráfico de armas y complicidad con el asesino en serie Jeon Jungkook. Se le condena a treinta años de prisión en el centro penitenciario La Dedalera.

El martillazo que firmó su sentencia fue lo único que sintió real al momento en que recupera la consciencia hacia su propio entorno, mirando a su alrededor sin mover la cabeza. Observa las miradas de desaprobación del jurado, escucha lejanos los gritos de las personas que le culpaban por la muerte de sus familiares en la toma de la joyería y también asisten víctimas del asesino del origami, culpándole por supuestamente haber colaborado al asesino de su hijo que se mofaba entre la multitud con su ex esposa, esbozando sonrisas de autosuficiencia que él les corresponde con amargura al momento en que es tomado por dos guardias.

Su abogado, mismo que le había susurrado que haría lo que fuese a cambio de una gran suma de dinero, se lleva las manos a la cabeza, incrédulo de haber perdido el juicio. Se llena de impotencia desde el primer momento en que le preguntaron a TaeHyung cómo se declaraba y él sólo pronunció la palabra "Culpable" después de beber un sorbo de agua de un vaso que finalmente habían tenido la humanidad de darle tras encerrarlo veinticuatro horas en una celda.

Cuando es esposado ve entre la multitud que lo ataca a sus padres. La estupefacción en sus rostros le da a entender que ellos aún no comprenden cómo él llegó a ese punto. Habían criado a su único hijo con un conocimiento muy claro de lo bueno y lo malo, tenía buenas calificaciones, fue el mejor en la escuela y tuvo grandes reconocimientos en la universidad. Fue nombrado arquitecto del año, generó un gran terreno financiero con el cual crio a sus hijos hasta donde pudo. Siempre encontraba una solución ante la adversidad, una solución sana. Se mostraba siempre sonriente, dando los mejores regalos a la familia durante las navidades, tragándose el nudo de la garganta de una silla vacía, pero mostrándose siempre fuerte. Se preguntaron entonces, aterrados en esa realidad, ¿Dónde estaba su hijo en aquel hombre que vestía un uniforme negro, con el nombre bordado de una prisión, siendo esposado bajo una pena de treinta años de prisión por asesinato? Y no, no un asesinato de una persona, ni siquiera el juez tenía el número exacto. La ignorancia del juez hizo reír a TaeHyung y esa risa estremeció a más de uno en el estrado.

Su respuesta para las lágrimas de su madre y para el ceño fruncido de su padre es simplemente encogerse de hombros, alzando sus muñecas esposadas como si fuesen un logro. Luego de ello les sonríe sin mostrar dientes, soltando una risa nasal y se deja llevar por los guardias directo a su traslado, ignorando a su paso los gritos e insultos hacia su persona, lanzando una última mirada al hombre de sombrero y a la mujer de ojos felinos que estaban entre la multitud. Para ese punto ya había dejado de escuchar.

Se concentra únicamente en el sonido del viento frío de la noche, luego se queda con la música del autobús amarillo de traslado, ignorando la mirada de algunos reclusos que fruncen el ceño al ver que era el único con las muñecas y los tobillos atados por cadenas, encerrado en un área enmallada del autobús. Lee en los uniformes de cada reclusos letras, sólo hallando A's y B's. Es el único con una letra D. Sólo apoya su cabeza contra la pared, cerrando los ojos y respirando profundo, concentrándose en la melodía de "Printemps blanc" de La Zarra. No sabía quién era el chófer, pero agradeció su buen gusto.

Los reclusos le miraron raro cuando comenzó a balancearse al ritmo de la música. Algunos murmuraban, otros simplemente le miraban con burla, dejando de reír cuando la leían la letra "D" justo debajo del código de su ficha policial. Con sus ojos cerrados, balanceándose, TaeHyung recordó esas noches donde escuchaba esa música compartiendo vino con su esposo frente al hermoso paisaje nocturno de Roma. Regresó a esas hermosas noches donde las copas de vino les llevaban a la cama y sucumbían a la pasión, a sus deseos, a consumar su amor de la forma que sólo ellos conocían.

[Libro 1] Catarsis de perversiones ||TK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora