Capítulo 3

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Afra Tuedelaff

Me desperté con dolor en todo el cuerpo, la luz de las velas alumbraba muy poco. Estoy tendida en una cama, delante de mí hay una mujer obesa, caballo castaño. Tiene una expresión asustada, impaciente.

—¿Dónde estoy?—es lo primero que pregunto.

Me detengo viendo las marcas negras en toda mi piel.

—Estas en el castillo del rey Exel, se-señorita estoy a su disposición—me habló con una voz temblorosa.

Yo solamente asentí con el ceño fruncido. Me levanté de la cama, sentí un dolor muy fuerte en la cabeza, sentía que me pesaba más.

Estaba en una habitación pequeña, acogedora, había un pequeño tocador, la cama, unas ventanas con cortinas de seda y dos puertas (una para entrar y salir y otra para el baño)

—Señorita...—balbució la mujer—. ¿Puede verse al espejo?—me preguntó.

¿Para que quiere qué me vea en el espejo? ¿Para ver mi cuerpo delgaducho, mi cara con ojeras y las rayas en mi piel?

—¿Cuál es tu nombre?—pregunté levantándome de la cama.

—Jessi—contestó y yo asentí.

Fui hasta el espejo del tocador.

—¡Joder!—grité retrocediendo al verme. Choqué mis alas con la pared.

Tengo un vestido negro, arrastra el suelo, tiene una "V" en la espalda y un escote de corazón, es parecido a los que hacía Zyker.

Mi piel está llena de rayos negros, mis mejillas tienen curitas humanas en forma de cuadrado, mi frente está cocida, ¿cómo me golpeé en la frente?

Y lo que más me asombró, me dejó en shock fueron mis cuernos. Tengo unos cuernos color negro, aproximadamente de quince centímetros. Salen desde el comienzo de mi cabeza. Son torcidos y terminan en una punta filosa.

—¿Señorita está bien?—me preguntó.

—Si—quité la mueca de mi cara. Así que estos eran los "detallitos" que Zyker sabía que pasarían. Revisé las gavetas del tocador buscando unos guantes, no tardé en encontrarlos.

—El rey Exel quiere que usted se presente en la cena—soy capaz de soportar a ese viejo por tal de comer algo decente.

—¿Do-dónde?—interrogué.

—Yo la puedo guiar.

—Si, por favor—traté de ser amable, la sirvienta no tenía culpa de que yo estuviera en estas condiciones. No iba a intentar salir en estos momentos, sé que no hay forma y menos cuando estoy bajo los efectos del verde.

Bajamos unas escaleras, esos pasillos estaban llenos de sangre, sangre... ¿Esa es mi sangre? Por los dioses.

Llegamos a unas puertas de plata, este hombre tenía una fuerte obsesión con este material. La sirvienta la abrió con cuidado y yo entré levantando el mentón.

Es un salón de tamaño normal, no tan grande. Tenía una mesa de tamaño promedio, de tres asientos de largo.

Siento que alguien me agarra de las muñecas, hago un movimiento para ver quien es pero ya tengo unas esposas en las manos. Malditos.

El guardia me agarra del brazo y me lleva hasta la mesa, me sienta en la silla y suelta mi mano derecha, la izquierda la deja esposada a la silla.

El rey está en la cabeza de la mesa, estoy a su lado derecho, a su lado izquierdo está el príncipe Rinasí, queda frente a mí. Alado de Rinasí está Elien y a mi lado Elian. No hay señales de la mugrosa de Elizabeth.

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora