Capítulo 11

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Pasaron horas hasta que llegó la medianoche, estuve aburrido dentro de estas paredes blancas, estuve haciendo experimentos químicos.

Soy una persona horrible, me da igual verdaderamente.

Soy... a veces no sé que soy.

¿Mamá creería que estoy tomando una buena decisión? ¿Mamá dejaría que yo sacrifique la vida de otra persona por la suya? ¿A ella le gustaría que yo sea como soy?

Sé que mamá estaría decepcionada.

Las puertas se abren y las guardias tiran a la niña al piso. Como siempre. Ellas se levanta despacio y camina hasta mí.

Hace un frío horrible, ella estaba temblando, pero yo soy un vampiro y obviamente no siento ese frío.

Me detuve un momento a verla, tenía uno de los vestidos holgados, descalza, ojos hinchados y grises, la cara enrojecida, sus antebrazos estaban llenos de múltiples arañazos.

¿Estaba llorando?

Siempre está llorando. SIEMPRE.

¿Por qué se araña? Maldita niña. Esas uñas le crecieron mucho más rápido de lo que pensé. Están igual que antes, incluso más filosas, eso explicaba la sangre en sus brazos.

Los rayos negros en su piel eran casi invisibles y su cabello estaba más despelusado que el de Kia cuando se despierta de la siesta en la tarde.

Me dirigí a la otra habitación, ella me siguió en todo momento.

—Siéntate en la camilla—obedece y yo busco un botiquín.

Abrí el botiquín y saqué las herramientas necesarias.

—Estira tus brazos—le pedí. Empapé el algodón en alcohol y después lo froté por cada una de sus heridas, tenía que desinfectarlas. Ella me observó sin decir nada.

Después busqué una pomada y—sin quitarme los guantes—comencé a esparcirla por las heridas.

—¿Por qué hiciste esto?—pregunté, su cuerpo tembloroso se encogió de hombros.

¿Por qué no me quiere responder?

¿Por qué no sonríe como la primera vez que entro aquí? Ya no hace bromas, es como un alma vacía.

Agarré las gasas y comencé a vendar sus brazos.

—¿Por qué no me respondes?—volví a interrogar y ella no respondió.

Eso es mala educación. Agarré un cortauñas y le agarré las muñecas con enojo, después con mucho cuidado corté cada una de sus uñas.

Ella no me agradeció ni comentó nada, está más callada de lo normal. ¿Y si está traumado algo? No me gusta ese comportamiento raro. Me cambié los guantes y fui hasta ella, tenía las alas pegadas a la espalda y el rostro pálido.

—¿Qué te pasa?—pregunté cruzando los brazos y frunciendo el ceño.

—Nada—respondió átona—. ¿Por-por qué tú y Zyker son hermanos?—interrogó.

Nunca le he dicho a nadie pero siento que es tiempo de desahogarme y se lo diré a ella porque los secretos se los llevará a la tumba, merece al menos saberlo.

Tomé una manta en el closet y después la pasé por encima de sus hombros para que no tuviera frío.

—Hace muchos muchos muchos siglos, en el reino de los hechiceros gobernaban dos hechiceros y en mi reino dos vampiros. Las dos parejas eran muy amigos, se veían a menudo, los reinos se ayudaban entre ellos y sus habitantes eran amigos—me senté en una silla quedando frente a ella. Pareció llamar su atención que yo le contase.

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora