Capítulo 28

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Diccionario:

Arrebol: cuando las nubes adquieren el color rojo/rosa/naranja de los rayos del sol.

Acendrado/a: Puro, sin mancha ni defecto.

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—¿Zykercito? Eso es ridículo—se cruzó de brazos viendo al animal—. Vamos a ponerle otro nombre.

Zykercito soltó un gruñido y pegó su cabeza a mi muslo dando una caricia.

—Me parece que no funcionará—dije.

—¿Exelito no le quedaría mejor? ¡Ese suena mejor!—se acercó pero el grifo soltó un rugido que lo hizo retroceder.

»¿Por qué me desprecia?—se cruzó de brazos.

—Porque quieres cambiarle el nombre y eso es imposible—zanjé el tema.

Exel se sentó en un sillón y me miró fijamente.

—Eso es traición, tiene el nombre de mi hermano—se quejó.

—Se lo puse cuando estaba con él, ahora no tiene importancia—el grifo levantó la cabeza alarmado—. Discúlpame Zykercito, tu nombre si tiene importancia.

—Nunca podrás dejarme—demanda Exel entrando en fase dramática—. ¿Sabes por qué? Porque estoy embarazado.

Solté una carcajada.

—Y un hijo nos unirá para toda la vida. Me embarazaste cuando me metiste tu vagina—dramatizó. Volví a reír con fuerza.

»Me desvirginaste vampíricamente, estarás atada a mí de por vida porque nunca amarás a alguien que no sea yo—puso voz temblorosa para llevar la dramatización al clímax.

Estallé en carcajadas aplaudiendo al ver el teatro.

—El mejor actor de la dimensi... ¡Ah!—llevé la mano a la sangre que salía de la herida en el abdomen.

Exel corrió hasta mí.

—No te muevas, se abrieron los hilos—el grifo soltó un chillido agudo y retrocedió.

—Me duele...

Me cargó en brazos y me dejó en la cama. Corrió por toda la habitación buscando cosas necesarias para lo que sea que hará. Fue al baño, al cuarto de ropa, lo hizo en un tiempo impresionante.

Se puso unos guantes de látex y lleno una jeringuilla de líquido amarillento. Humedeció mi hombro con alcohol e inyectó el líquido. Segundos después deje de sentir dolor. ¿Anestesia?

Apoyé la cabeza en la almohada y cerré los ojos, no quiero ver como me cose la piel. Sentí como manipulaba la herida, pero no sentí dolor. Siento como perfora la piel con una aguja y cierra la herida. Abro los ojos y lo veo echando pomada. Después agarrar una venda. Me ayuda a sentarme y empieza a vendar mi torso cubriendo las dos heridas.

—¿Te sientes bien? ¿Te molesta la herida?—negué con la cabeza.

—Cálmate Exel, estoy bien, gracias—se limpió la gota de sudor que corría por su sien y se quitó los guantes.

—Creo que no debo hacerte reír tanto por ahora—sonreí—. ¿Quieres comer algo?

—¿Puedes darme leche?—interrogué.

Exel abrió tanto los ojos que parece que se saldrían de sus cuencas.

—¿Qué sucede?—parpadeo—. ¡¡Aaaah!! ¡¿Por qué eres tan pervertido?! ¡¿Pensaste que...?!

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora