Capítulo 19

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No dormí profundamente, ya que estuve durmiendo casi todo el día de ayer. A veces abro los ojos y miro a todas partes de la habitación, me sentía observada, la sensación se desvaneció cuando desperté antes del amanecer.

Me estoy quitando las vendas de las piernas, la planta de mis pies ya están sanas, solo quedan cicatrices, en mis muslos solo quedaban algunas heridas, después puedo buscar a Exel para que quite el hilo.

La pomada de hadas hace magia literalmente.

Mis brazos estaban sanos, llenos de cicatrices de todos tamaños. Me di un baño rápido, me vestí con un vestido victoriano color negro que llegaba a mis rodillas, me coloqué unos calcetines de seda que llegan a mitad de mi muslo—para que no se vieran las cicatrices—y por último unos tacones bajos.

Indiscutiblemente no encuentro vestido con mangas largas.

No tengo mucha hambre, necesito ver a Exel. Los guardias me dijeron que estaba en su laboratorio. Ya me sé el trayecto de tantas veces que he caminado por aquí.

Toqué la puerta y escuché "adelante".

Abrí la puerta con cuidado y observé la cara inexpresiva de Exel, al darse cuenta de mi presencia sus labios dibujaron una sonrisa de dientes parejos.

—Buenos días—murmuré.

—Mmm...—él nunca le da los buenos días a nadie.

—Vine para que me quites el hilo. Casi todas están sanas—sonreí sintiéndome bien—. Ya no estoy inválida.

—Acércate—caminé hasta él. Tiene la típica bata blanca y ropa negra debajo, tiene sus lentes y el cabello revuelto.

—¿Tú no te peinas nunca?—me hizo un gesto para que me sentará en la mesa.

Me senté esperando que terminara de organizar todo. Se puso unos guantes blancos de látex.

—¿Peinarme? Las deidades no necesitamos peinarnos— solté un resoplido.

—Maldito narcisista—me crucé de brazos.

Tomó los bordes del vestido con la punta de sus dedos y lo subió para ver mis muslos. Entrecerró los ojos y echó un vistazo. Agarró unos tijeras y una pinza. Yo me moví un poco asustada.

—Tranquila, no te va a doler—miré su mandíbula marcada, estaba recién afeitado. Siento que la sombra de la barba me gusta más. ¿Por qué me tendría que gustar? ¿Qué estoy pensando?

Picó el pequeño nudo del hilo, después lo agarró con las pinzas y el hilo comenzó a salir de mi piel de manera pausada. Pestañeo varias veces al ver cómo sale por completo y solo queda el corto rasguño y la marca del hilo.

Exel se embarró dos dedos de pomada y me la echó en el rasguño. Después agarró mi brazo y observó con detenimiento todas las heridas y cicatrices. Yo no estaba muy alegre al tener la piel llena de marcas.

—Has sanado muy rápido, niña—murmuró viendo mi otro brazo. Yo asentí con un poco de abatimiento.

»Hoy en la noche quiero verte... Iremos a un lugar—sujetó un pequeño envase con líquido rosado y en la otra mano tenía una jeringa extrayendo el líquido.

La jeringa de llenó y él le dió dos golpecitos con su dedo índice haciendo que las burbujas de oxígeno se desaparecieran.

—Quítate los tacones y los calcetines—yo fruncí el ceño al oír su orden—. ¿Qué esperas?

Me quité los calcetines y los tacones, quedé esperando sobre la mesa, moví mis pies aburrida, no llegaban al suelo. Alado de Exel siento que soy enana.

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora