Capítulo 12

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Afra Tuedelaff

—¿Entonces podemos ir al pueblo?—preguntó Theo ilusionado.

—Podemos—le responde su mamá.

Estamos en un salón de juegos, Lilia y los cuatro niños me acompañan. Tienen una energía inacabable.

—¿Por qué no hay muñecas de la especie atrix?—preguntó Kia con una mueca—. Mira—me mostró sus muñecas de diferentes especies—. Un hada, dos vampiras, cuatro sirenas, tres hechiceras, pero no hay atrix...—habló sin ánimo.

—Quizá es porque mi especie no es común y puede que nadie querría comprarla...

—¡Yo si!—se cruzó de brazos—¡Le diré a mi papi que me traiga una muñeca atrix, yo quiero una!—chilló y yo solté una risa. Lilia rió más fuerte. Se fue corriendo a donde Saimond.

Vi a Leo en una esquina y me senté a su lado. Es un niño muy reservado, quizás le guste jugar solo o quizás no sabe cómo integrarse.

—¿Por qué no juegas con los demás?—estaba concentrado en sus dibujos de mariposas.

El pequeño se encogió de hombros.

—Estoy haciendo un dibujo para una niña—me comenta.

—Y... ¿Quién es?—pregunté.

—Es una noble... Yo la llamo Rily—dibuja las mariposas de color púrpura—¿Crees que le guste mi dibujo?

—Claro, dibujas hermoso—para ser pequeño dibujaba muy bien.

—¿A las chicas les gustan los regalos?—ladea la cabeza. Yo pienso por unos segundos.

—Si, nos gusta que nos regalen cosas pero no es necesario hacerlo para llamar nuestra atención—¿Que hago dándole esta información a un niño de seis años? Tienen más vida amorosa que yo.

Me volteo cuando Lilia me llama.

—¿Si?

—Exel te quiere ver en su laboratorio—me contesta.

—¿De nuevo?—abrí más mis ojos—Pe-pero si lo vi ayer.

Ella se encogió de hombros y soltó una risita, me despedí y caminé hasta el laboratorio.

Los guardias me abrieron las puertas.

Exel tenía la misma bata de loco, el pelo revuelto y sin corona. Tenía algo en la cara. Era como cristales rectangulares delante de sus ojos, con algo... No tengo idea de como describirlo.

Me acerque con cuidado, yo andaba con un vestido victoriano y descalza. Nunca pensé que me gustaría estar descalza tanto tiempo, últimamente me gusta estar así.

—Hola—me acerqué.

—Mmm—respondió. Por lo menos ya me devuelve el "saludo".

—¿Qué haremos hoy?—interrogué y me senté en la silla frente a él.

Se levantó con calma y se colocó unos guantes azules de látex. Después se quitó esa cosa de la cara.

—¿Qué es eso?—volví a preguntar y él soltó un suspiro.

—Estos son lentes—se los quitó—Los lentes lo usan todos los que tienen problema en la vista—me los acercó.

—¿Ves mal sin ellos?—fruncí el ceño, eso es raro.

—Unju.

Me los puso en la cara, pestañeo varias veces. Veo borroso con los cristales delante de mis ojos.

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora