Capítulo 18

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Afra Tuedelaff

Me desperté un poco desorbitada mirando a todas partes. Después solté un suspiro y volvía a apoyar mi cabeza en el pecho de Exel.

Todavía no creo todo lo que me dijo, desconfío mucho. Estoy tratando de procesar todo, sé que está arrepentido y no entiendo por qué me castigo si siente cariño. Quizás su mecanismo es distinto, quizás él piensa muy distinto a mí. No lo voy a perdonar por ahora. No después de lo que me hizo.

Me está abrazando, se está comportando muy distinto, muy extraño, me toca y me da... caricias, me trata con cuidado.

Él no se comportaba así, antes me trataba con tosquedad, no le importaba lastimarme.

Creo que realmente siente «afecto».

Tiene unos pectorales marcados, un abdomen definido, su piel es más pálida que la mía, típico de los vampiros. Sus bíceps están bien desarrollados, es musculos y fornido.

Antes yo tenía una vida más tranquila, ahora parezco un juguete de rey en rey.

—¿Me estás vacilando niñita?—di un respingo al escúchalo.

Me estaba mirando fijamente, su sonrisa marcada me hizo cruzarme de brazos.

—Yo-yo no te estaba mirando—balbucí.

—No me estabas mirando, me estabas follando con los ojos—di un manotazo en su pecho y él soltó una risa.

—Yo no te miro con ese tipo de deseo, no digas cosas que no son—espeté molesta.

—¡Que mojigata eres!—abrí la boca enfadada.—No te enojes—batió sus pestañas.

Ya no llovía pero el clima era fresco, relajante. Es de noche, seguramente todos están dormidos. En cambio, yo y Exel hemos inventado como una pareja de osos polares.

—Tengo hambre—me presioné la barriga fingiendo fatiga.

—¿Qué tal si hacemos una tarta?—lo miré con atención.

—¿Una tarta? Pero eres un rey—sus manos debajo de mi ropa acariciaron mi cintura.

—Yo hacia tartas con mi mamá, cuando era pequeño—me cuenta—. De todos los sabores, soy un experto.

—Bueno—me encogí de hombros con timidez y me retorcí cuando acarició el comienzo de mis alas—Po-podemos hacerlo si quieres...

—¡¿Qué?!—se paralizó.

—¡La tarta, joder, la tarta!—me apresuré en decir y él soltó un respiro—¡¿Por qué eres tan malpensado?

—No estaba imaginando nada—se encogió. Sacó sus manos y me acomodó el suéter—. ¿Entonces vamos a la cocina?—asentí con una sonrisa.

Se levantó y dió un pequeño salto para agarrarme bien.

—¡Me vas a lastimar!

—¡No chilles, niña garrapata!—se burló. Le dió una patada a la puerta y salimos.

No había guardias, nadie, había un silencio sepulcral, me dió la sensación de que estamos en un backroom.

Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina. No había nadie aquí, parecía desierto.

La cocina es grande, parecía una cocina humana, hay muchas muchas cosas de plata. Exel tarareaba una canción. Dió un giro que me sacó un grito.

—¿Por qué eres tan ruidosa?—murmuró y me sentó en la encimera—¿Afra?

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora