Capítulo 34 🔞

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—Quiero que mires—abro mis mirándolo.

Vuelve a lamer mi centro con lentitud. Me cuerpo se enciende cada vez más. Sus labios tocan mi centro y sorben la piel  húmeda con fuerza haciéndome gemir.

Me escupe y después riega toda la humedad con su lengua. Después se centra en succionar mis pliegues. Encajo las uñas en las palmas de mis manos, si estuvieran largas hubiera perforado mis manos.

Le da un chupetón a mi clítoris dejandolo ardiendo. Con cuidado dejo mi pierna sobre su hombro abriéndome más.

Empieza a lamer una y otra vez haciéndome gemir más fuerte. El placer que me da su lengua cada vez que se desliza por mi entrepierna es increíble. Me empuja al borde del clímax cuando sigue lamiendo como un animal. Los dedos de mis pies se aprietan y mis caderas se balancean junto a él.

—Exel—gemí acercando mi mano.

—¿Quieres tocarte?—se detiene mirando mi mano.

—S-si—hablé con la respiración entrecortada.

—Hazlo entonces—bajó la cabeza para seguir en lo suyo.

Llevé mi mano a mi centro sintiendo la humedad.

—No metas los dedos—apoyé mi espalda en el asiento y llevé los dedos a mi vagina. Estoy empapada.

La froté verticalmente haciendo que mi espalda se arquee más.

—Muévelo así pequeña—me guío. Me enseñó a hacer movimientos circulares con dos de mis dedos. El placer es mayor—. Hazlo más rápido.

Obedecí, el placer me cegó mientras moví mis dedos. Gemí escandalosamente sin creerme que yo misma podría hacerme esto.  Llegué a mi propio orgasmo derramando un montón de líquidos blanquecinos.

—Aliméntame—pidió Exel. Merece ser alimentado por mis jugos después de enseñarme a hacer tal cosa.

—Ven—pase mis dedos por la humedad y los llevé a su boca. Los chupó a gusto.

—No me des más, tienes que estar así de húmeda—asentí.

Se levantó. Su miembro está muy duro, las venas se marcan más que nunca, está muy enrojecido.

—Me está doliendo—lo agarra y acaricia su glande.

—Vamos a solucionar ese problema—me senté sin pegar mi humedad al asiento.

—Apoya tu espalda en el espaldar—obedecí. Subí mis pies y los apoyé en el borde del asiento. Abrí mis piernas desde la ingle.

—Mira—me abrí más.

—Está enrojecida, está palpitando—al menos el vestido no estorba.

Sobó su falo varias veces preparándose para embestir.

—¿Crees que estás bien lubricado?—negó.

—Vamos a probar si con tu humedad es suficiente—me inquieté un poco—. No te voy a lastimar.

Una de sus manos colocó su glade en mi entrada. Su otra mano está en mi cadera. Entro a con normalidad pero me ardió mucho.

—¡Exel!—lo sacó con rapidez.

—¿Te lastimé?—negué con la cabeza.

—Déjame lubricante—pedí y cedió.

Bajé mis pies y me centré en él.

Escupí mi mano y la pegué a su miembro regando toda la humedad. Di una masturbación lenta para regarlo. Nunca lo he tocado y he sentido este nivel de dureza. Llené mi boca de saliva y escupí su miembro por última vez. Usé las dos manos para esparcirla. Quedó luminoso.

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora