Capítulo 46

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(...)

Creo que estoy despierto hace tres horas. Mirando el techo y pensando en mí, en ella, en todo. A veces tengo miedo por ella, es muy pequeña, solo ciento dieciocho años. Y yo soy un "viejo" de setecientos dieciocho.

No me arrepiento de nada, ni de enamorarme y perderme en sus ojos—y en su vaginita—. No me arrepiento ni una pizca.

¿Cómo hubiera sido mi vida si no la hubiera secuestrado? Fuera el Exel sin sentimientos que se pasa los días con un vacío que lo consumía poco a poco.

Ella me sacó de la cueva, me despertó. Me lleno de colores. Siempre iba al laboratorio haciendo bromas con una sonrisa impregnada en el rostro. Cuando la lastimé su luz se... apagó y eso fue lo que me hizo sentir horrible así que hice lo posible para encenderla.

La miro de reojo, la panza sube y baja cada vez que respira. Tiene el cabello alborotado y la boca entreabierta.

Tengo dan ganas de besarla todo el tiempo.

Me pego a ella sintiendo el calor de su cuerpo, su ala blanca cubre mi torso, las plumas me provocan cosquillas. El vestido le queda muy bonito.

—Mañana voy a comer pizza con aguacate—murmura con voz soñolienta, ni siquiera abrió los ojos, está hablando dormida.

Se mueve tirando una pierna sobre mí, su brazo me rodea el torso, apoya su cabeza en  uno de mis pectorales.

No sé ha dónde llevarla hoy. ¿La playa? No lo creo, en pocas semanas empieza el otoño. ¿Y si la llevo al teatro para que vea la función de la orquesta? ¿Le gustaría tocar en el teatro? ¿Por qué nunca lo pensé? ¿Le gustaría?

Una de sus metas es tocar la flauta para las personas. Mmm... ¿Que tal si la llevo? ¿Le notarán el embarazo? Tiene la pancita más grande que antes. No puedo llevarla. Es arriesgado. ¿Y si atacan el reino de sorpresa y ella está ahí? No, no, no.

Prefiero llevarla a un lugar más privado, sin público. ¿A dónde?

Afra se mueve y queda acostada sobre mí, analizo la postura, no aplasta su panza así que todo está en orden.

—Buenos días—susurra soltando un bostezo. Después apoya la cabeza en mi pecho y se queda mirando el collar con su sangre.

—Buenos días mi niña—dejo una mano en sus nalgas y otra en medio de sus alas—. Buenos días pancita.

—¿Qué hora es?—da besitos en mi torso desnudo.

—Casi las diez—magreo sus nalgas.

—Que linda manera de despertar—escala a mi cuello. Reparte besos, legüetazos y succiones. 

—¿Te gusta despertar así?—me besa la mandíbula.

—Me encanta—llega a mis labios y da cortos besos de boca cerrada.

—Traje algo, para nosotros—extiendo mi mano hasta la mesita de noche, abro la gaveta y saco la pequeña cámara—. Una cámara.

La enciendo, en la pantalla se ve el techo.

—¿Para tomarnos fotos?—asiento, toco un botón haciendo que active la otra cámara haciendo que nosotros aparecemos en la pantalla—. No, ahora no, estoy despeinada—pone su mano delante de su cara.

—No me importa—tomo una foto. Salgo con una brillante sonrisa mientras Afra me mira con una expresión de regaño. Comienzo a reír cuando Afra se tumba a mi lado y cruza los brazos.

De la cámara comienza a imprimir la foto que sale poco a poco. El papel es duro, no se rompe con facilidad.

—¡¿Quéeee?! ¿Cómo puede salir la foto de la cámara?

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora