Capítulo 5

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(...)

No dormí muy bien anoche, tuve muchos sueños, sueños raros.

El día hoy está frío, lluvioso, mis ventanas están cerradas, las gordas gotas de agua chocaban contra el cristal.

No he visto a Jessi en todo el día, una criada me trajo el desayuno. Di un respingo cuando escuché un ruido en la ventana, una cosa se chocaba contra ella una y otra vez. Abrí las ventanas y un cuervo negro entro volando a toda velocidad. Cerré la ventana lo más rápido que pude.

Me volteo buscando al pobre cuervo y lo encuentro en el piso, su pico está abierto su plumaje oscuro está empapado.

Pobre.

Lo recogí con cuidado.

No sé cómo cuidar un cuervo.

Revolqué las sábanas de mi cama, traté de crear algo cálido, parecido a un nido. Ahí dejé al cuervo, él se acurrucó.

La puerta se abrió y dos guardias entraron y me arrastraron hacia afuera.

—¡Suéltame! ¡Ya se a donde tengo que ir! ¡Ya suéltame!—chillé mientras ellos me arrastraban.

Abrieron las mismas puertas y me lanzaron adentro. Caí revolcada en el suelo. Que bien.

Las luces ya estaban encendidas y Exel sentado con la misma vestimenta de ayer. La diferencia es que se lamía los labios manchados de sangre. Estaba tomando.

—Levántate—ordenó sin mirarme.

Fui directo a la silla de ayer, quedando a su lado. Sus manos con látex dejaron de teclear, soltó un suspiro y se levantó.

—¿Qué harás hoy? ¿Me contarás una oreja o me matarás con el cortauñas?—bromeé. A él pareció no darle mucho gracia.

—Siéntate en la mesa.

—¿Eh?—pregunté confundida.

—Que te sientes encima de la mesa—bramó. ¿De dónde viene tanto enojo?

Todo el tiempo está mandando, gruñendo con cara de viejo morboso.

Di un saltó hacia atrás cayendo sentada en la mesa, nunca pensé que fuera tan difícil. La cara de Exel fue una amenaza, después vi dos pomos con sangre rotos en el suelo.

—La próxima vez que rompas alguna de mis cosas seré yo quien te romperá los huesos—habló mientras tomaba aire.

Yo asentí, tragué saliva con dificultad. Cada día su mirada era más afilada, cargada de más odio.

Se acercó a la mesa y dejó varias herramientas. ¿Hoy también me sacará sangre? Mis pobres brazos. Tomó el aro y me lo colocó en el cuello.

Estamos en peligro de muerte—habló mi conciencia con voz juguetona.

Llenó un algodón de alcohol y lo dejó sobre la pequeña bandeja de plata.

—Abre las piernas—por un momento me quedé en trance—. ¿No me escuchas? ¡Abre las piernas!

Abrí las piernas y apoyé mis manos a los lados.

—Más—pidió, no me quedó más opción que obedecer.

Con sus dedos agarró el borde de la fina tela del corto vestido y la subió hasta el comienzo de mis muslos dándole una vista perfecta de mis piernas, él ladeó la cabeza.

Agarró el algodón, mi corazón latió fuertemente contra mi tórax.

Su mano se cerró sobre mi ancho muslo derecho, lo movió de tal forma que pudo ver toda su cara interna. Por ahí paso el algodón, humedeciendo mi piel con el frío alcohol.

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora