—¡¡En marcha!!—mi ejército avanza y yo me quedo inmóvil sin darle órdenes a Rai.
Trago y observo la batalla gigantesca que hay a unos metros, la nieve manchada de sangre, los pueblerinos corriendo de un lado a otro. El caos, el viento, la nieve. Mi mente se hace un nudo, mi cabeza se llena de escenarios.
—¡¡Hemos avanzando majestad!!—me avisa el coronel—. ¡Nos están atacando!
—¡Hagan lo que puedan, tengo prioridades que atender!—sostengo las riendas del caballo con firmeza y mi decisión ya tomada.
—¿Nos dará la espalda? ¡Su jugada es fundamental en la batalla! ¡¡El pueblo morirá sin usted!!
—¡Mi mujer es más importante!—muevo las riendas del caballo dándole la espalda, veo la montaña.
Tengo minutos para llegar y cumplir mi promesa. Tengo que apoyarla, estar en ahí. El parto es difícil a los nueve meses pero a los ocho será peor. Este tiempo se considera un bebé prematuro, intento no pensar en todos los problemas que trae consigo.
Le fallé una vez y no pienso volver a hacerlo.
Si mi pueblo muere yo no perdería nada porque ella lo es todo.
La tormenta nevada sube la intensidad, el aire está contra mí. A Rai se le encajan las patas en la nieve pero aún así corre. Aprieto las riendas y las muevo haciendo que Rai corra lo más rápido posible.
Rodeo la montaña, en mi vista entra el palacio. Afra debe estar en la sala de parto, los médicos deben estar ahí.
Los copos de nieve se meten en mis ojos. Llego y me lanzo del caballo a toda velocidad, mi cabello está desorganizado, tengo la respiración agitada y el corazón me choca contra el tórax con una violencia sobrenatural.
Si no llego a tiempo no me lo perdonaría.
Corro hasta el cuarto piso, doblando la esquina veo las puertas de la sala. Lilia, Isel, los niños, todos están aquí afuera. Hay guardias merodeando y cuidando.
—¡Ha llegado!—avisa la abuela.
—¡¡Apresúrate!!—grita Lilia. Se nota que todos están fuera de control, nadie se esperó un parto justo ahora, un jodido parto en medio de la guerra.
Entré en el vestidor y me coloqué lo necesario para entrar a la sala, gorro, mascarilla, guantes de látex, zapatos, la ropa limpia. Tenemos los mejores médicos de Hurgaftan, saben que Afra es primeriza y por eso deben darle explicaciones más explícitas.
Unas cuantas lágrimas salen de mis ojos. Por la alegría, la emoción, también por el miedo. Un parto prematuro es complicado.
Las manos me tiemblan cuando abro la puerta de la sala de parto. Adentro está cálido, no hay ventanas, todos los monitores están encendidos, busqué lo necesario en la dimensión humana. Tenemos dos doctoras y un ayudante.
El olor a limpieza me golpea la nariz, es agradable.
Mi vista cae en Afra, está sobre la camilla. Está sudada, las mejillas rojas, tiene la bata de parto, sus piernas están abiertas.
Me acerco con rapidez tomando asiento alado de Afra. Las lágrimas en sus mejillas son visibles, no me quiero imaginar el dolor que está pasando, las jodidas contracciones.
—Exi—su voz sale débil, mi mano sujeta la suya.
Me da igual el pueblo cuando se trata de ella. Allá afuera puede estar explotando todo pero no me importaría porque lo único que tengo está aquí.
—Ya tiene el cuello del útero completamente dilato y listo—informa la doctora principal.
He llegado justo a tiempo.
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El corazón del villano [2]
FantasyExel Ortiz es el peligroso villano de la historia, está lleno de pensamientos e ideas macabras donde solo planea las formas para logrará sus objetivos pero todo cambia cuando la víctima entra en su corazón...