Capítulo 43

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Aproximadamente un mes y medio después...

Estamos en una mansión detrás de una colina empinada. Se ubica en los hemisferios del reino de los elfos. Tenemos pocos sirvientes.

Raunel y Exel no han venido.

Hace un mes no veo a Exel, hace un mes no duermo junto a él, no lo beso, no lo abrazo, no cruzo palabra. Hace un mes no veo su cara ni escucho su voz. Hace un mes que no veo sus ojos color muerte.

Lo extraño todos los días, ansio verlo.

No puedo sentir sus emociones, el vínculo continúa vacío.

Casi todo el tiempo mis ojos están grises.

Mi panza a crecido, no tanto pero se nota que está más grande. Todavía no es notable el embarazo.

Aquí solo estamos Lilia, Isel, los niños y yo.

Solo están los guardias de la corte real, los guardias de confianza que nunca nos traicionan.

A veces no tengo deseo de comer pero Lilia me obliga a ingerir alimentos saludables—que no les siento el sabor—por el bien del bebé. No me he rehusado. Tengo que hacerlo por pancita.

Lilia no está tan triste como yo, me contó que ha pasado meses separada de Raunel por la guerra hace unos años. Siempre trata de distraerme, hacemos yoga, pintamos. Lograron encontrar una flauta, es lo único que me ha alegrado. A veces pienso que a pancita le gusta oírme tocar. Es absurdo.

¿Exel también me extrañará? ¿También me pensará a diario? El reino ha sido atacado constantemente. Casi vencen a las hadas, los hechiceros parecen invencibles. Siempre atacan y matan los pueblerinos.

Exel no ha querido atacar con todos sus ejércitos. No puede usarlos todos y agotar los soldados.

Debe ser horrible que ataquen tu reino el día de tu cumpleaños. Me siento muy mal por Exi.

Tengo más de dos meses de relación con mi pareja. No puedo enviarle cartas, él tampoco a mí. No tenemos comunicación desde esa última vez que nos vimos.

Las enfermeras han dicho que mi bebé está sano, no sufrió ningún daño. Aun así tengo que seguir cuidándome y haciendo lo que Exel ordenó.

Ahora estamos en mi habitación, la cama es bastante grande. Aquí duermo con Saimond y Kia.

Estoy acostada y Kia está sentada a mi lado acariciando mi panza. Todos los días me repite que me quiere a mí y a su hermana. Está aferrada a la idea de tener un hermanai, no sabemos el sexo del bebé.

—¿Mi hermanai sabe que yo le doy cariñito todos los días?

—Si, ella siente esas caricias—le aseguré.

—¿A ti también te gusta?—asiento.

(...)

Cuatro días después...

Estamos en la unica sala de juegos de la mansión.

—A los ciento dieciocho yo follaba como conejo—habla la abuela—. Lo hacía con plebeyos, marqueses, condes, generales, principes, coroneles, reyes, nobles, pobres, ricos, jardineros, zapateros—esta mujer me causa gracias. ¿Por qué una vieja tendría esta conversación?

—¿Qué has aprendido de la vida?—pregunta Lilia con una mueca.

—Folla siempre que tengas la oportunidad—esta mujer está de remate.

Leo parece no escuchar la conversación, Theo es el interesado. Kia y Saimond siguen dormidos.

Un guardia llega corriendo a toda velocidad, apoya sus manos en sus rodillas mientras toma aire.

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora