Afra TuedelaffAbrí mis ojos con lentitud, mi vista se esclareció. Siento que mi cabeza va a estallar en cualquier momento, la resaca, la maldita resaca.
Bebí demasiado.
Estoy en una habitación que desconozco, es gigantesca. Todas las cosas están ordenadas, limpias, todo era impecable.
Un guardarropas bien organizado, una mesita de noche, unas ventanas grandes de cristales azulados.
El clima está fresco, por las ventanas pasa la luz de los soles, lo que se ve de un tono azulado por culpa de los cristales.
La cama en la que estoy pueden caber perfectamente cuatro personas, es de sábanas oscuras. Hay una mesa muy grande, tiene muchos papeles y envases.
Tiene varios adornos de plata, pequeñas figuritas.
Esta habitación tiene el mismo olor que el laboratorio. Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando veo una bata blanca con un estetoscopio en la pared.
—¿Exel?—interrogué.
¿Esta es su habitación? ¿Qué mierda hago aquí?
Estoy muerta.
Un olor a cigarrillo se impregnó en mis fosas nasales, escuché unos pasos lentos, hacia mi dirección.
Veo la silueta elegante de Exel. Tenía un traje negro, pantalones rectos, se marcaban sus muslos y su... eso.
Tenia una capa que llegaba a sus talones, el cabello desorganizado, su corona de plata torcida. También tenía sus característicos guantes de cuero.
Su cara inexpresiva me intimidó, el perfume masculino era tan fuerte que borró el olor del cigarro. Caminó sigilosamente alrededor de la cama hasta sentarse en el sillón a mi lado.
La vergüenza me atrapó, ¿Qué hago aquí con este vestidito transparente? Seguramente estoy despeinada, con las mismas ojeras que un mapache. Me subí la sábana hasta el cuello tapando todo mi cuello. Me senté más al centro de la cama, porque la cabecera es de plata.
—Afra...—parecía enojado, estaba solemne, serio.
El tono de voz que uso al pronunciar mi nombre me lleno los ojos de lágrimas.
Él me dijo que no lo podía hacer, dijo que no me puedo volver a drogar, habría consecuencias.
Aquí estoy, en su cama, como una estúpida que no tiene control de sus adicciones, robé el alcohol, busqué el verde.
Tenía la necesidad de beber, sentí que solo bebiendo saldría de la miserable vida que tengo, pero estoy aquí, humillada.
Lo último que recuerdo fue cuando me bañé y me puse el vestido, sé que rompí muchas cosas en mi habitación tratando de desahogarme.
—¿Qué te he dicho?—su voz calma pero firme me asustó.
—Exel, yo...
—No te justifiques, no quiero oír tu voz—solté un sollozo.
»Lo próxima vez que bebas o te drogues yo mismo voy a encerrarte dentro de la fosa, no comerás, no verás la luz de los soles, no sabrás si es de día o de noche, no le verás la cara a tu hermano. Estarás sumida en la oscuridad, morirás de hambre, te drogaran todos los días, cada unas horas, perderás la consciencia, no recordarás ni tu nombre y morirás de una sobredosis.
—Exel no...
—¡Cállate!—los comisuras de mi boca se curvaron hacia abajo, inconscientemente hice un puchero—. No me pongas esa cara de inocente, sabes que cometiste un error y no lo pienso tolerar. De ahora en adelante estarás encadenada a la cama de tu nueva habitación, tendrás una comida al día y solo saldrás al laboratorio cuando yo lo ordene. ¿Entendiste?—me interrogó.
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El corazón del villano [2]
FantasyExel Ortiz es el peligroso villano de la historia, está lleno de pensamientos e ideas macabras donde solo planea las formas para logrará sus objetivos pero todo cambia cuando la víctima entra en su corazón...