Capítulo 49

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(...)

Afuera de la habitación se oye un bullicio, los  guardias últimamente se la pasan riendo o haciendo estupideces.

La puerta se abre despacio y la silueta de una mujer aparece ante mis ojos.

Han llegado.

Afra trae un vestido verde lima, unas sandalias blancas y el cabello recogido en una trenza.

Cierra la puerta y se voltea hacia mí con una sonrisa, mis paredes mentales caen y por el vínculo me llega su entusiasmo y felicidad.

—Exel—dice mi nombre. No recordaba su voz, esa fue una de las cosas que más dolieron.

Cerré los ojos y las lagrimas se deslizaron por mis mejillas. Lloro emoción, me siento un estúpido al llorar por el reencuentro.

—Niña—intento levantarme.

Mi vista se queda en su panza, es... es... Joder, está más grande de lo que pensé, está enorme.

Me levanto y me apoyo en una sola pierna, Afra camina despacio hasta mí y me abraza con torpeza, la panza me toca el abdomen.

—Mierda, mierda, te he extrañado tanto—la presiono contra mí.

—¡¡PAPÁAAAAAAA!!—Escucho el fuerte grito de Kia, acaba de entrar a la habitación.

—Pelusita—corre hasta nosotros y me abraza la pierna.

—¿Estás aquí, padre?—se escucha el susurró de Saimond, acaba de entrar. La mirada cae en nosotros, corre y me abraza la otra pierna.

Después de tantos meses de guerra me siento en paz.

Nos separamos al mismo tiempo, me quedo mirándolos.

Kia tiene el cabello más largo, no trae su tiara, Sai está más grande, está menos flaco y Afra tiene los muslos más anchos, los senos más grandes. Pancita ha crecido muchísimo.

—¿Por qué lloras papái?—me pregunta Kia.

—Se me metió algo en el ojo—aparto mis ridículas lágrimas.

—¿Qué te pasó en la pierna?—murmura Saimond tocando el yeso.

—Me fracturé la rodilla.

Afra solo me mira con ojos lila, está sonriendo. Mi agarra de la nuca y me obliga a inclinarme para besar sus labios.

Pruebo el sabor de su boca, lo añoraba tanto. Me permito cerrar los ojos para disfrutar la caricia que me dan sus labios. Mis manos van a su vientre, lo toco despacio, es grande joder, es muy grande, yo recordaba una pancita pequeña, no esto. Carajo.

Vuelve a abrazarme. Maldita sea, cada vez la quiero más y más.

—¿Nos echaste de menos, papái?—me pregunta Kia.

—Mucho—agarro las muletas para caminar. Afra retrocede para darme espacio, está sonriendo como una tonta.

—¿No puedes caminar?—Saimond toca la textura de la muleta.

—No, podré hacerlo cuando sane por completo—tomo asiento en el mueble y apoyo mi pie en una silla. Afra se sienta mi lado, Kia y Saimond en el mismo mueble.

—¿Cómo fue la guerra? ¿Qué tienes en el hombro?—murmura Afra, me sostiene la mano. La suave yema de sus dedos toca mis callos.

—Las batallas fueron muy duras—trago saliva—. Nos atacaban varias veces en semana, ambas naciones.

—¿Qué te pasó en el hombro?—se queda viendo mi venda.

—Recibí un disparo.

—¿Qué?—Afra da un respingo.

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora