Capítulo 27

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(...)

Me desperté un poco incómodo arriba de esta cosa, la cama es mejor. A mi lado Afra me miraba fijamente con unos ojos lila brillantes.

—Me gusta verte dormir—susurró.

—Tengo sueño—gruñí cerrando los ojos y pasando un brazo por encima de su cintura—. Duérmete niñita.

—¿Por qué me dices niña?—abrí mis ojos.

—Porque antes tú detestabas que te dijeran niña y yo lo hacía para que me odiaras . Pero ahora te lo digo de cariño y te gusta que te llame así. Siempre serás mi niña, Afra.—Acaricié su mejilla.

Ella se movió con cuidado quedando encima de mí. Llevó sus labios a los míos dando un beso cargado de deseo.

—¿Qué haces?—interrogué riendo. Agarré su trasero, me gusta tocarla.

Volvió a besarme metiendo las manos por dentro de mi camisa. Dejé de besarla cuando descifré sus intenciones.

—No vamos a follar en estas condiciones—aclaré.

—¡¿Qué?! ¿Por qué no?—apoyó una mano en mi pecho.

—Tienes una herida en el abdomen porque te traspasaron el cuerpo con una espada, estás débil y tienes el cuerpo llenó de cables que te conectan a...

—Vale—me interrumpió enojada.

—Afra...

—Lo entiendo—se acostó a mi lado dándome la espalda.

Desplegó un ala y la metió contra mi cara.

—¿Por qué me das un alazo? ¡Tienes que entender que así no puedes hacerlo!—no respondió.

Después pegó las alas a su espalda y se cubrió el cuerpo completo con unas sábanas. Me levanté de la camilla para darle más espacio. Gracias al vínculo me enteré que está verdaderamente furiosa.

Me acerqué a ella e intenté quitarle la sábana.

—¡No!—gruñó cubriéndose—. ¡Vete! ¡No quiero un hombre que no me cumple mis fantasías!

Tragué saliva con dificultad.

—Afra, podemos hacer lo que quieras cuando estés sana, ahora no podemos—intenté explicarle.

—Pero yo quería ahora—refunfuñó—. ¿Sabes algo? Okey, entiendo.

Por los dioses.

Parece una adolescente hormonal. Sentí su frustración sexual a través del vínculo. ¿Ahora que hago con mi miembro erecto? Siempre soy el que tiene que darse una ducha fría.

—Puedo buscar a Kia y a Saimond para que te hagan compañía—se destapó y me observó con los ojos azules oscuros.

—Vale—sus ojos cambiaron al estado normal.

Yo respiré calmado.

—¿Estás enojada conmigo?—hice un puchero pequeño.

Ella abrió la boca sorprendida.

—¿Estás haciendo un puchero para que te perdone? ¡Eso es manipulación!—me crucé de brazos e intenté poner cara de plebeyo hambriento—. ¡Ah! ¡Te ves muy tierno!

Lo logré, ya no está enojada.

—¡Hey! ¡Dame un besito antes de irte!—me llamó cuando le di la espalda.

Fui hasta ella y deposité un beso húmedo en su mejilla. Ella soltó una risotada complacida. Esto es atípico. A su lado me siento como un sumiso haciendo todo lo que me pide.

El corazón del villano [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora